Tal día como hoy del año 1216, hace 808 años, en Perugia (entonces Estados Pontificios) moría Lotario del Conti di Segni, que había sido pontífice de la iglesia católica entre 1198 y 1216 y había reinado como Inocencio III. El pontífice Del Conti pasaría a la historia por haber organizado la "Cruzada contra la herejía albigense" (1208-1214) —los cátaros— y por haber ordenado la masacre contra la población occitana de confesión cátara. Según la investigación historiográfica, esa cruzada se saldó con el asesinato de 50.000 personas. Solo en Béziers (vizcondado independiente de Béziers), el ejército cruzado —formado por soldadesca francesa y dirigido por el mercenario inglés Simón de Montfort y por el arzobispo de Narbona Arnaldo Amalric— asesinaron a 20.000 personas. En el asalto a la ciudad, Amalric le dijo a Montfort: "Matadlos a todos. Dios ya reconocerá a los suyos".

Inocencio III fue un pontífice extremadamente autoritario y violento, que nunca concibió una salida pacífica a la crisis cátara. Inicialmente, envió a una serie de personalidades del mundo católico con la misión de retornar a los cátaros a la autoridad de Roma. Entre ellos estaban los castellanos Diego de Acebes y Domingo de Guzmán y los occitanos Raúl de Fontfreda y Pedro de Castelnau. Pero la falta de resultados lo empujó a radicalizar ese escenario, y urdió un crimen de falsa bandera. El 15 de enero de 1208 aparecía muerto Pedro de Castelnau, que había sido el misionero que había mantenido una posición más beligerante con los disidentes religiosos y, automáticamente, responsabilizaba a los cátaros y convocaba una cruzada. El 21 de julio de 1208, Montfort entraba en Béziers y ponía en práctica la cita del arzobispo Amalric.

Posteriormente, se enfrentó a Montfort, que tenía secuestrado al pequeño Jaime, heredero en el trono de Barcelona y futuro Jaime I. Montfort, aprovechando el escenario de guerra, estaba exterminando a la nobleza del Languedoc para usurpar sus títulos y propiedades, y su propósito era reunir todos esos dominios y monitorizar la Corona catalanoaragonesa casando al pequeño Jaime con su hija. Inocencio III, temiendo perder el control sobre el monstruo que había creado, protegería a María de Montpellier, viuda del rey Pedro I de Barcelona y II de Aragón (muerto en 1213 en la batalla de Muret, precisamente en manos de Montfort), y obligaría al mercenario inglés a entregar al pequeño Jaime a los caballeros templarios catalanes, que lo criarían hasta su mayoría de edad. Inocencio III murió repentinamente y, según la tradición católica, su alma permaneció en el purgatorio durante mucho tiempo.