Tal día como hoy del año 1865, hace 160 años, en Washington, moría Abraham Lincoln, decimosexto presidente de los Estados Unidos y el primero de la historia de aquel país que sería asesinado en el ejercicio de su cargo. Posteriormente, han sido asesinados en el ejercicio de su cargo tres presidentes: James A. Garfield (1881); William McKinley (1901) y John F. Kennedy (1963). Y, más recientemente, otro presidente, en este caso Ronald Reagan, también en el ejercicio del cargo sufriría un atentado que estaría a punto de costarle la vida (1981).

Lincoln, candidato del Partido Republicano, había ganado las elecciones presidenciales de 1860 y las de 1864. Por lo tanto, cuando fue asesinado, hacía pocas semanas que había renovado el cargo (marzo, 1865). Después de su muerte, fue sustituido hasta el final de aquella legislatura (1869) por el vicepresidente Andrew Jackson, del Partido de los Demócratas de Guerra (una facción del Partido Demócrata —el rival político de los republicanos— que se había escindido de la formación matriz para crear, con la formación de Lincoln, el Partido de la Unión Nacional).

El día anterior a su muerte (14 de abril) sufrió un atentado a manos de John Wilkes Booth, un joven agente al servicio de la Confederación (tenía 26 años), que hacía algún tiempo que se movía por Washington bajo la falsa apariencia de actor. Booth había tramado el secuestro del presidente Lincoln y su intercambio por prisioneros confederados. Pero la derrota confederada en la batalla de Appomattox (9 de abril de 1865), que decidía definitivamente el resultado de la Guerra Civil norteamericana (1861-1865) a favor de la Unión, lo hizo cambiar de opinión.

El día anterior al magnicidio, Booth siguió al presidente y la primera dama hasta el Teatro Ford, situado en los alrededores de la residencia presidencial (a 10 minutos de carruaje). Booth accedió al interior de teatro y se ocultó en un pasadizo esperando que los Lincoln ocuparan su palco. Cuando ya había empezado la función, hacia las 22:15, esperó un acto de la comedia que se interpretaba que sabía que provocaba ruidosas carcajadas del público. Booth pretendía amortiguar el ruido de los disparos de su revólver con las risotadas del público.

En el momento preciso que había previsto, irrumpió en el palco y disparó repetidamente y a bocajarro contra el presidente, alcanzándolo en el hombro, la nuca y la cabeza. Booth, consiguió escapar, momentáneamente, aunque en su huida —al saltar del palco a la platea— se rompió una pierna. Pero el presidente quedó herido de muerte. Fue evacuado a la casa del médico Petersen, delante del teatro, pero ya no se pudo hacer nada para salvarle la vida. El presidente no recuperó la conciencia y los médicos certificaron su muerte a las 07:22 de la mañana del día 15.