Tal día como hoy del año 1819, hace 206 años, en Roma; moría María Luisa de Borbón-Parma; que había sido reina-consorte de España por su matrimonio con el rey Carlos IV, nieto de Felipe V y quinto Borbón en el trono de Madrid. María Luisa había nacido en 1751 y era hija de los duques independientes de Parma, una rama menor de los Borbones. Con catorce años (1765) fue casada con su primo Carlos, en aquel momento heredero en el trono; y, según los cronistas de la época, como el embajador ruso Zinoiev, fue una mujer con una inteligencia política y una sensibilidad para las artes muy superiores a las del “zoquete” de su marido.

Pero su carácter espontáneo y desenvuelto y su vocación de gobernante (fue la primera reina-consorte española que se sentaba al lado del monarca para despachar asuntos de Estado), en una corte dominada por los elementos más reaccionarios de las clases dominantes españolas, le reportaron muchos enemigos. A todo eso se añadió su apuesta personal por Godoy, un funcionario de la baja nobleza ajeno a las familias aristocráticas que dominaban el coto político español; que fue promovido a ministro plenipotenciario. Con el ascenso de Godoy (1792), las oligarquías cortesanas hicieron correr el rumor de que el nuevo ministro y la reina mantenían una relación sexual.

La investigación moderna afirma que es muy probable que algunos de los catorce hijos que tuvo María Luisa lo fueran de Godoy. Según las fuentes documentales, la esposa del embajador británico habría afirmado que dos de los hijos de la reina eran físicamente idénticos al primer ministro Godoy. Este rumor se convirtió en un escándalo y con el argumento de que el primer ministro había firmado una alianza con el Imperio francés de Napoleón que era humillante para el reino español (no lo era más que los Pactos de Familia que se habían suscrito a los Borbones de París y de Madrid durante todo el siglo XVIII); su primogénito Ferran perpetró un golpe de Estado y derrocó a los reyes (1808).

A partir de aquel golpe de Estado (llamado Motín de Aranjuez) Carlos IV y María Luisa, destronados y desterrados, vivieron expatriados y acogidos primero por Napoleón y después por los Estados Pontificios. Mientras tanto, en la corte de Madrid persistió la idea, fabricada por la aristocracia cortesana y la jerarquía eclesiástica, que la reina era, literalmente, una “zorra”; y el rey un cornudo consentido. La reina murió el 2 de enero de 1819. Y el rey diecisiete días más tarde. Y según las fuentes documentales, María Luisa —en el lecho de muerte— habría revelado a su confesor Juan de Almaraz que “ninguno de mis hijos los es del rey, y por consiguiente la dinastia Borbón se ha extinguido en España”.