Tal día como hoy del año 1364, hace 659 años, en el monasterio de Santa Maria de Pedralbes (término de Barcelona), moría Elisenda de Montcada, que fue la cuarta y última esposa del rey Jaime II. Elisenda (Aitona, Segrià, 1292) fue casada con treinta años (1322) —una edad muy avanzada para el matrimonio en personas de clase privilegiada— después de que el rey Jaime II (Valencia, 1267), y que tenía veinticinco años más que la novia, hubiera enviudado de su tercera esposa, María de Lusignan (Nicosia, 1273 – Tortosa, 1322), hija del rey de Chipre.
Elisenda había nacido en el castillo de Aitona, centro de la extensa y productiva Baronía de Aitona, uno de los grandes latifundios de la Catalunya feudal, que abarcaba el valle bajo del río Segre y el valle medio del río Ebro, desde Alcarràs al norte, hasta Fayón, al sur. Esta baronía había sido de titularidad real desde la primera fase de la conquista catalana del territorio (1120). Pero un siglo y medio más tarde (1272), fue entregada como dote matrimonial de Constanza (hija ilegítima del rey Pedro I y hermanastra del rey Jaime I) en su matrimonio con Guillem Ramon II de Montcada.
Con la propiedad de la Baronía de Aitona, los Montcada, que ya eran una de las estirpes feudales más poderosas de Catalunya, se consolidaban en el podio de la aristocracia del país. Las bodas entre niños e infantas de la casa real catalana y de la casa de Montcada serían frecuentes. En el caso de Elisenda, la edad —avanzada para la época— en que se convino su matrimonio con Jaime II, apunta a una más que probable vocación religiosa que fue interrumpida por el interés familiar de reforzar su relación con la familia real catalana.
Según la investigación histórica, la nueva reina tuvo una gran complicidad con su anciano marido. No tuvieron descendencia, pero durante los cinco años de unión matrimonial (1322-1327), recuperaron el ritmo político de la cancillería barcelonesa, que había quedado trastocado después de la renuncia al trono y al matrimonio del heredero de Jaime (1319). Durante su unión matrimonial, Jaime II y Elisenda proyectaron la construcción de un monasterio de clarisas cerca de Barcelona, y escogieron el paraje de Pedralbes por la existencia de una cantera de piedra blanca.