Tal día como hoy del año 1885, hace 139 años, en Madrid; moría el general Francisco Serrano Domínguez (San Fernando, Andalucía, 1810); que fue uno de los hombres más poderosos e influyentes de la España del siglo XIX. En el transcurso de su vida, y por este orden, fue uno de los principales amantes de la reina Isabel II (1843-1848), codirigió (con los generales Prim y Topete) el golpe de Estado que destronó y envió al exilio a su protectora (1869); fue regente de España (1869-1871); fue presidente de la I República española (1873) y promovió el derrocamiento del régimen republicano y la restauración de la monarquía borbónica (1874). Por su relación con la reina, popularmente fue nombrado el "general bonito".
Después de su paso por la academia militar se fogueó en los campos de batalla de la I Guerra Carlista (1833-1840). La acumulación de méritos de guerra le brindó un ascenso meteórico y una posición muy relevante en los cenáculos de poder de la época. En 1840 ya era mariscal de campo. Y en 1843 ya era el favorito de la reina Isabel II (él tenía 30 años y ella 13) y, durante aquella época consiguió que el regente Espartero lo nombrara ministro de la guerra. La relación entre el general y la reina fue un gran escándalo político y se prolongó más allá de la boda de Isabel y su primo Francisco de Asís (1846). Hasta la intervención del general Narváez (1848), en aquel momento presidente del gobierno, Serrano fue "el general bonito".
Años más tarde, el general Leopoldo O'Donnell —presidente del Gobierno— lo nombró capitán general de Cuba. Durante aquel mandato (1859-1862) acumuló una gran fortuna como una los principales eslabones de la trama ilegal de comercio de esclavos dirigida por la reina-madre María Cristina de Borbón. Una condición que no le impediría codirigir la Revolución Gloriosa (1868), un pronunciamiento militar que se resolvería con el destronamiento de su antigua amante (Isabel II) y de su antigua patrona (María Cristina). Fue regente (1869-1871) hasta la llegada del nuevo rey Amadeo I; y durante esta etapa su esposa, la criolla cubana Antonia Domínguez Borrell protagonizó escenas de un ridículo espantoso.
Fue el último presidente de la I República, pero colaboró —desde dentro— con los generales golpistas Pavia y Martínez Campos en el derrocamiento del régimen republicano. Contribuyó poderosamente al retorno de los Borbones y pasó los últimos años de su vida entre la corte de Alfonso XII —en Madrid— y su extenso latifundio —en Andalucía.