Tal día como hoy del año 1250, hace 774 años, en Castelfiorentino (ducado de Apulia y Calabria, reino de Sicilia), moría Federico, que había sido rey de Sicilia (1198-1250) —el segundo de la dinastía Hohenstaufen en el trono de Palermo— y emperador del Sacro Imperio Romano Germánico (1220-1250) —un conglomerado de principados semiindependientes que se extendía por la Europa central. Federico había heredado la corona siciliana (1212) por su condición de hijo primogénito de Constanza I, reina-titular de Sicilia (la última de la estirpe de origen normando Hauteville). Y los príncipes-electores germánicos lo habían elegido y coronado por su condición de hijo primogénito del emperador Enrique IV (1220) esposo de Constanza I de Sicilia.
Federico (I de Sicilia y II del Sacro Imperio) fue llamado "Stupor Mundi" (la sorpresa del mundo) por su carácter excéntrico y poco convencional y por su concepción adelantada de la época y del mundo que le había tocado vivir. Sobresalió en todas las disciplinas profesionales y artísticas que podía poner en práctica un hombre de su condición: fue un destacado militar, un excelente diplomático y un reconocido escritor. Fue el creador y uno de los principales productores de la Escuela Poética Siciliana, uno de los grandes movimientos estéticos de la literatura europea (se disputó la primacía artística del continente con la poesía trovadoresca provenzal). Federico también fue llamado "el Anticristo" por sus constantes enfrentamientos con el Pontificado.
No obstante, cedió a la presión del papa Inocencio III (el que había ordenado la cruzada contra los albigenses, pero que también había ordenado liberar al niño Jaime —futuro Jaime I— de las garras del mercenario y jefe cruzado Simón de Montfort) y fue casado con Constanza (1209), hermana del rey Pedro el Católico (muerto en la batalla de Muret, 1213), hija del rey Alfonso-Ramón y nieta del conde Ramón Berenguer IV. Constanza era viuda del rey Emerico I de Hungría y era quince años mayor que Federico, pero fue un matrimonio muy bien avenido. Fueron los padres de Manfredo y los abuelos de Constanza II de Sicilia, la esposa del rey catalanoaragonés Pedro II, que incorporó la isla siciliana al casal de Barcelona.
Sus restos mortales fueron conducidos a Palermo y sepultados en la catedral de la capital siciliana.