Tal día como hoy del año 1629, hace 395 años, en Madrid, nacía Baltasar Carlos de Habsburgo y de Borbón, sexto hijo —primer varón— del rey hispánico Felipe IV y de su primera esposa, Isabel de Borbón. Ninguna de las cinco hermanas que lo habían precedido había sobrevivido a su primera infancia. Por lo tanto, no solo se convirtió en heredero de la monarquía hispánica por su condición de único descendiente superviviente del rey, sino también por su condición de género. Unos años más tarde (1638), nacía su hermana María Teresa, la única que sobreviviría a sus padres y al heredero, pero que al casarla con el rey Luis XIV de Francia (Paz de los Pirineos, 1659) quedaría apartada de la sucesión. Pasado el tiempo, María Teresa sería la abuela de Felipe V, el primer Borbón hispánico.

El príncipe Baltasar Carlos, a pesar de su delicada salud, se convirtió en "la esperanza blanca" del régimen de Felipe IV. La llegada del heredero fue celebrada con grandes cortejos: corridas de toros, juegos de cañas y luminarias que llenaron de ruido las calles de la "villa y corte". Baltasar Carlos no solo representaba la garantía de continuidad de la estirpe Habsburgo hispánica, sino que también personificaba la nueva arquitectura que se quería imprimir al edificio político hispánico (un estado centralizado y unificado de fábrica católica y castellana). Pero en torno a la figura del heredero, siempre orbitó la de Juan José de Austria, hijo ilegítimo del rey y de la actriz María Calderón, nacido el mismo año, con una salud de hierro y muy prometedor en el campo de las armas.

Poco después de cumplir los 16 años (1646) y en plena Guerra de Separación de Catalunya (1640-1652/59), Felipe IV ordenó un viaje a Pamplona y a Zaragoza para que las respectivas cortes navarra y aragonesa lo juraran como heredero. Pero en el transcurso de dicho viaje, el heredero enfermó gravemente y en ese momento se produjo un hecho que sería el hazmerreír de todas las cancillerías de Europa. Mientras Baltasar Carlos agonizaba en Zaragoza, la confesora espiritual del rey, María de Ágreda, ordenó retirar a los médicos y meter dentro de la cama del enfermo el cadáver momificado de Diego de Alcalá, un franciscano muerto dos siglos atrás (1463). La momia estuvo en la cama del heredero hasta que este exhaló su último suspiro.

La desaparición del desgraciado heredero de Felipe IV, oficialmente muerto por una viruela y extraoficialmente por una venérea, sembró muchas dudas. En la corte hispánica se habló de la "maldición catalana", que se atribuía a una especie de conjuro de las brujas catalanas contra la familia real por los excesos y los crímenes cometidos por las tropas hispánicas en el Principat antes del estallido del conflicto. Ante la necesidad de tener un heredero que normalizara la situación en Madrid, se planteó la posibilidad de nombrar a Juan José, el hijo de "la Calderona". Pero finalmente se negoció un matrimonio con una sobrina del rey viudo, Mariana de Austria, que sería la madre del último Habsburgo hispánico, Carlos II.