Tal día como hoy del año 1208, hace 816 años, en Montpellier (señorío independiente de Montpellier) nacía Jaume, hijo primogénito del rey Pere I de Barcelona y II de Aragón y de Maria de Montpellier, podestá independiente de Montpellier. Con el transcurso del tiempo, Jaume se convertiría en Jaume I de Catalunya y de Aragón. Jaume perdería a su madre y a su padre de forma casi consecutiva, cuando solo tenía cinco años. Maria murió en Roma debido a una enfermedad el 21 de enero de 1213, y Pere, en la batalla de Muret el 12 de septiembre de 1213, en manos del ejército francocroata, que había abierto un conflicto contra los casales de Tolosa y de Barcelona por el dominio del Languedoc.
Según la tradición, Jaume había sido concebido de una manera truculenta. El relato tradicional de la concepción del futuro rey Jaume I explica que el rey Pere mantenía relaciones sexuales con todas las mujeres de palacio, excepto su esposa. Y que esta conducta disoluta preocupaba a los consejeros de la cancillería barcelonesa, que veían amenazada la sucesión al trono. Por ello, los consejeros prepararon a Maria con las ropas de una de las amantes preferidas de Pere y la metieron en la cama de una habitación oscura. La tradición dice que Pere no se dio cuenta del engaño, se acostó con su esposa y engendró a su heredero.
Antes de la muerte de sus padres, Jaume había sido entregado a Simón de Montfort, jefe militar del ejército francocroata, que quería casarlo con su hija y que había exigido la custodia del niño hasta el momento en el que fuera posible el matrimonio. Después de Muret, con el rey Pere y los principales jefes de la nobleza militar catalanoaragonesa muertos en el campo de batalla —y con el heredero en manos del enemigo—, el estado catalanoaragonés estuvo a punto de desaparecer. Pero la decidida intervención de los templarios catalanes, que, con la ayuda del pontífice Inocencio III, lograron rescatar a Jaume, se aseguró la pervivencia del edificio político catalanoaragonés.
Jaume I sería, también, el "rey conquistador". Durante su reinado incorporó a los dominios catalanoaragoneses los territorios musulmanas insulares de Mallorca (1229) y Eivissa y Formentera (1235) —con los que constituyó el reino de Mallorca—, y las taifas musulmanas peninsulares de València (1231-1238) y Dénia (1238-1244) —con los que constituyó el reino de València—. Esas empresas militares impulsarían los procesos colonizadores más importantes de la historia catalanoaragonesa. En tan solo quince años (1229-1244), había duplicado la extensión de sus dominios y había sentado las bases de lo que, en un futuro, sería el Imperio catalán del Mediterráneo (siglos XIII a XV).