Tal día como hoy, hace 360 años, nació en Barcelona, Antoni de Villarroel i Pelaéz, héroe militar del asedio de 1714. Villarroel era hijo de un militar castellano que llegó a Barcelona con la ocupación española de la guerra de los Segadors que liquidó la primera República catalana. Su infancia discurrió entre las paredes del cuartel de Drassanes y las calles del Raval; en una ciudad que era un hervidero de actividad comercial y portuaria y un mercado de lenguas y de culturas. El 20% de los barceloneses de finales del siglo XVII eran de origen extranjero; básicamente franceses y holandeses, y en menor medida ingleses, italianos y españoles.
No hay ninguna constancia documental que permita afirmar que Villarroel sabía hablar catalán. Pero es muy probable que fuera así. El catalán era la lengua mayoritaria y, también, la lengua franca en aquella Barcelona multicultural. Villarroel, no obstante, se fue de Barcelona muy joven –tenía 15 años– para iniciar su carrera militar. Fue destinado a Andalucía. Allí se casó –con Ana María Sedeño– y tuvieron a su único hijo –Íñigo de Villarroel–. Finalmente, en 1697, volvió a Barcelona con su familia en una estancia corta –pero muy intensa en contactos y reuniones de carácter político– que anticipaba la última y definitiva durante el asedio de 1714.
La manifiesta incapacidad del Borbón para gobernar había impulsado una conspiración de altos vuelos que pretendía liquidar la guerra de Sucesión con la salomónica repartición de las Españas. La corona castellano-leonesa para el duque de Orleans –pariente del Borbón– y y la corona catalano-aragonesa para Carlos de Habsburgo –el pretendiente–. Villarroel, desde Madrid, participó destacadamente en esta conspiración –probablemente como agente de Habsburgo– y al ser descubierta, tuvo que refugiarse en Barcelona. Cuando los aliados y el mismo Habsburgo abandonaron a los catalanes a su suerte, la Junta de Braços lo nombró general comandante del ejército de Catalunya (1713-1714).