Tal día como hoy del año 1545, hace 479 años, al estrecho de Solent (entre el puerto de Southampton y la isla de Wight, en el sur de Inglaterra) se libraba una batalla que enfrentaría a las marinas de Inglaterra y de Francia, y que se saldaría con el naufragio de la Mary Rose, una de las tres grandes carracas de Enrique VIII. La Mary Rose fue varada en 1512 en los astilleros de Portsmouth (Inglaterra) durante el proceso constructivo de la marina Tudor; fue bautizada con este nombre en honor a María Tudor, la hermana pequeña y preferida de Enrique VIII, y a la rosa del escudo de la estirpe Tudor. Aquella carraca tenía una eslora de 32 metros y un calado de 4,6 metros, estaba armada con 91 cañones, y era el buque insignia de la marina real inglesa.

Durante aquel combate naval, el fuego enemigo abarcó la cocina de la Mary Rose. En aquel momento, el capitán ordenó virar para evitar el abordaje enemigo, pero aquella maniobra se efectuó de forma descoordinada. Los marineros desplegaron las velas para escapar del fuego enemigo y las redes sobre la cubierta principal para impedir un abordaje. Pero las fuertes ráfagas de viento inclinaron la carraca y los artilleros, que no habían cerrado las troneras a tiempo, no pudieron evitar las importantes vías de agua que, rápidamente, inundarían las cubiertas de fondo. En pocos minutos la Mary Rose naufragó y su tripulación, atrapada por su propia red desplegada sobre la cubierta, moriría ahogada en su totalidad.

En 1982, tres siglos largos después del naufragio, la Mary Rose fue rescatada y se inició el análisis de todos los restos encontrados. En el análisis de los cuerpos humanos se descubrió que el esmalte de las piezas dentarias contenía minerales propios de la cuenca mediterránea, de las penínsulas Ibérica e italiana, que habrían quedado adheridos a los dientes por el consumo de agua de estos territorios. En el 2008, el equipo investigador concluyó que la tripulación (marineros y artilleros) era catalana, valenciana, napolitana y siciliana. Esta sería la razón que explicaría por qué no entendían las órdenes del capitán —cómo quedaría reflejado en su cuaderno de bitácora— y que explicaría, también, la descoordinación de la maniobra que precipitó su naufragio.