Tal día como hoy del año 1808, hace 216 años, en Madrid; se producía una rebelión generalizada contra el poder, en aquel momento representado por el Consejo de Castilla —presidido por Pedro Alcántara Álvarez de Toledo— y el ejército español —comandado, de facto, por el general Gregorio García de la Cuesta; por su inacción contra la presencia del ejército francés en la capital española. El ejército napoleónico, comandado por el general Joachim Murat, estaba en Madrid en virtud del Tratado de Fointanebleau, que habían firmado las cancillerías española y francesa el 27 de octubre de 1807, con el objetivo de invadir conjuntamente Portugal y repartirse su territorio.

Desde el golpe de Estado denominado Motín de Aranjuez (19 de marzo de 1808), promovido por las clases más reaccionarias de la corte de Madrid, y que se había saldado con el destronamiento y destierro de Carlos IV y la coronación de su hijo Fernando VII; la monarquía española vivía en un clima de desgobierno. Este caos preocupaba, especialmente, los impulsores de aquel golpe de Estado, que no veían cumplidas sus expectativas, y se intensificaría a partir del 10 de abril, cuando Fernando VII y su entorno más inmediato abandonaban la capital española para reunirse con el rey depuesto Carlos IV y con el emperador francés Napoleón en Bayona (País Vasco francés).

En aquel contexto de vacío de poder, la oligarquía latifundista cortesana (el núcleo del golpe de Estado de Aranjuez) fabricó el falso mensaje que Napoleón había secuestrado a la familia real española para usurparles la corona y convertir el reino español en una posesión francesa. Aquel mensaje, difundido por los rectores parroquiales y por los lacayos de aquellas familias cortesanas, desembocaría en una rebelión popular contra el ejército francés que, previamente, se había acuartelado pacíficamente en la ciudad. El ejército francés, al sentirse agredido, reaccionó saliendo a las calles y atacando las concentraciones tumultuarias.

Las clases populares madrileñas, desorganizadas y mal armadas, fueron víctimas de una brutal represión. Murieron más de seiscientas personas del grupo de los rebeldes: unas quinientas en los combates en las calles y unas ciento veinte detenidas y fusiladas. Durante aquella violenta jornada, tanto el presidente y los ministros del Consejo de Castilla como la inmensa mayoría de oficiales del ejército español, dieron apoyo a la represión militar francesa. Al día siguiente, cuando Murat ordenó la apertura de una investigación para saber quién estaba detrás de aquella rebelión, el presidente Álvarez de Toledo y algunos jefes militares españoles huyeron de Madrid.

Solo cuatro días después (6 de mayo de 1808); Fernando VII le vendía la corona española a Napoleón; a cambio de una pensión anual y vitalicia de cuatro millones de francos (el origen del "bolsillo secreto", el fondo opaco de los Borbones españoles del siglo XIX); de la corona del reino de Etruria (el ducado independiente de Toscana, convertido en un estado satélite de Francia); y del compromiso de encontrarle a una esposa de sangre real.