Tal día como hoy del año 1698, hace 326 años, en La Haya (Países Bajos independientes), las tres principales potencias atlánticas europeas —los reinos de Francia, de Inglaterra y de los Países Bajos—, firmaban un tratado internacional que quería ser una solución a un más que probable conflicto sucesorio hispánico (por la incapacidad de Carlos II para engendrar un heredero), que podía implicar a varios estados europeos, podía romper el equilibrio continental logrado medio siglo antes (Paz de Westfalia, 1648) y derivar en una guerra de alcance internacional (como acabaría siendo). Ese acuerdo fue denominado Tratado de La Haya o Primer Tratado de Partición.

En dicho tratado se proponía que José Fernando de Baviera, un niño de seis años que era nieto de Margarita de Austria, prima hermana del rey hispánico Carlos II, obtuviera los estados peninsulares hispánicos y las colonias hispánicas de América. Que Luis, delfín de Francia (hijo primogénito y heredero de Luis XIV de Francia), obtuviera los reinos de Nápoles y Sicilia (que la Corona catalanoaragonesa había aportado a la monarquía hispánica) y el ducado de Toscana (aludiendo a los pretendidos derechos de la abuela Médici de Luis XIV, los Borbones franceses justificaban la usurpación del trono de Florencia y programaban la futura incorporación de la península Itálica a la monarquía francesa).

Ese reparto se negoció a satisfacción de todas las partes. Ni los Habsburgo podrían crear un eje Viena-Madrid, ni los Borbones, un eje París-Madrid, que en cualquiera de los casos habría roto el equilibrio europeo. Además, se quería recompensar al segundo hijo del archiduque de Austria, que desde un primer momento se había postulado como candidato a la sucesión de Carlos II. Por ello, también se propuso que Carlos de Habsburgo (el futuro candidato de los catalanes al trono hispánico durante el conflicto sucesorio) obtuviera los Países Bajos hispánicos (la actual Bélgica), con la misión de consolidar un estado-tapón entre Francia, los Países Bajos e Inglaterra.

Pero después (6 de febrero de 1699), José Fernando moría sospechosamente en Bruselas, el destino de Carlos de Habsburgo, según el tratado de partición. Mientras tanto, en Madrid, tomaba fuerza la idea de que el hijo del delfín de Francia, Felipe de Borbón, se convirtiera en rey hispánico sin ceder ningún territorio e importando la política centralizadora y uniformista que los Borbones llevaban décadas aplicando en Francia. Enseguida, se constituyó el partido cortesano borbónico, liderado por el cardenal Portocarrero, que sería el responsable de la falsificación del testamento de Carlos II a favor de su sobrino Felipe de Borbón (futuro Felipe V), que abocaría a Europa a una nueva guerra (1701-1715).