Tal día como hoy del año 1354, hace 670 años, después de un asedio de casi cinco meses sobre la ciudad sarda de L'Alguer (desde el 22 de junio de 1354), las huestes del rey Pedro III entraban en la ciudad y daban por concluida la resistencia de su población nativa a la dominación catalana. La isla de Sardenya había sido asignada a la Corona catalano-aragonesa con el Tratado de Anagni (1295), pero la posesión de la isla, controlada por familias oligárquicas vinculadas a la República de Génova, había dificultado su conquista y pacificación. De hecho, no sería totalmente dominada hasta 1409.

La ciudad sarda de L'Alguer era uno de los casos más paradigmáticos de esta resistencia. Sus oligarquías locales estaban muy vinculadas, comercialmente, a la República de Génova, y tras el Tratado de Anagni (1295) no se había entregado, voluntariamente, al nuevo poder catalano-aragonés. Hasta pasado medio siglo, y después de una serie de batallas navales frente a la costa occidental de Sardenya, los catalanes pudieron desembarcar y entrar en la ciudad por primera vez (30 de agosto de 1353). Pero aquel dominio sería efímero, y un mes y medio después (15 de octubre de 1353) la ciudad se había rebelado y se había entregado, de nuevo, a los genoveses.

Tras la conquista catalana (1354), el rey Pedro III ordenó que todos los autóctonos (desde las oligarquías locales hasta los jornaleros más andrajosos) fueran capturados, convertidos en esclavos y vendidos en los mercados de Palma, de Barcelona y de València. La ciudad, que había quedado vacía, fue entregada a colonos catalanes, que se establecieron estimulados por unas condiciones fiscales y jurídicas muy favorables. Según la investigación historiográfica, el grueso de repobladores de L'Alguer procedía de la isla de Mallorca, de L'Horta de València, del Camp de Tarragona y de la llanura de L'Empordà. Desde entonces, L'Alguer es una ciudad catalanohablante.