Tal día como hoy del año 1475, hace 549 años, en Picquigny (reino de Francia), los reyes Luis XI de Francia y Eduardo IV de Inglaterra firmaban un tratado que ponía fin a la guerra de los Cien Años, el primer conflicto de alcance continental de la historia europea y el más largo de la historia mundial. La guerra de los Cien Años, como se la llamaría posteriormente, fue un conflicto que, de forma más o menos permanente, enfrentó los reinos de Francia y de Inglaterra por el control de la fachada marítima de Aquitania (entre la isla de Re y la desembocadura del Bidasoa) vinculada a la corona inglesa desde 1152 (boda de Leonor, duquesa de Aquitania con el rey Enrique II), y por la región de Calais (conquistada por los ingleses en 1347).
Aquella guerra duró 116 años (1337-1453), y la paz se selló después de dos décadas de tenso armisticio. Durante la última fase del conflicto (conquista inglesa de Orleans, 1428 – victoria francesa de Castillon, 1453), el triunfo inglés parecía inevitable, pero en aquel contexto crítico surgiría la figura política de Violante, hija primogénita de Juan II de Catalunya-Aragón y esposa de Luís de Anjou, que había sido apartada de la sucesión a la muerte de su padre (1397) y de su tío Martín I (1410), en virtud de la ley no escrita catalana que impedía a las mujeres alcanzar el trono como reinas-titulares. Violante crearía el mito Juana de Arco, prepararía al infante Carlos para conducir los ejércitos franceses a la victoria y cambiaría el curso de la guerra.
Una parte importante de la historiografía actual considera que aquel conflicto es la verdadera Primera Guerra Mundial, por la cantidad de potencias que se implicaron. En el bando francés, en un momento u otro, participaron las Coronas de Catalunya-Aragón y de Castilla y León, los reinos de Navarra, de Mallorca-Rosellón y de Escocia, el ducado independiente de Bretaña, el condado independiente de Flandes, la república de Génova y el Papado de Aviñón. Y en el bando inglés, también en algún momento u otro, habían combatido los reinos de Portugal y de Navarra (que había cambiado de lado), el ducado independiente de Borgoña, los principados independientes del Sacro Imperio y los flamencos (que, también habían cambiado de lado), los nobles vasco-aquitanos y el Papado de Roma.