Tal día como hoy del año 1868, hace 155 años, se libraba la decisiva batalla de Alcolea, en Andalucía, que enfrentaría a las tropas revolucionarias de los generales Prim y Serrano y del almirante Topete, contra el llamado "Ejército Real", dirigido por el general Pavía. La victoria de los revolucionarios provocaría el fin temporal del régimen borbónico (que gobernaba España desde la entronización de Felipe V, en 1701). Después de aquella batalla, la reina Isabel II y la "camarilla del bolsillo secreto" (una colosal trama de corrupción formada por la misma monarca y su entorno familiar y de amistades) abandonaron España a través de la frontera hispanofrancesa de Irún (Guipúzcoa).
Dos días después de la batalla de Alcolea, Prim, Serrano y Topete, entraban en Madrid y tomaban el poder. Se recuperó el normal funcionamiento de las Cortes (que habían sido semiclausuradas en 1866) y se inició la búsqueda de un nuevo rey para sustituir a Isabel II. En aquel contexto, el general Prim (Reus, 1814 – Madrid, 1870), proclamó la frase que haría historia: "Los Borbones son el mayor impedimento para la democratización y la modernización de España". Prim, líder del Partido Progresista y converitdo en el hombre fuerte del nuevo gobierno, se decantaría por Amadeo de Saboya, segundo hijo de los reyes de Italia. Prim veía a los Saboya como la antítesis de los Borbones.
Aquella revolución venía precedida de una etapa muy convulsa, marcada por la crisis financiera de 1866 y la crisis de subsistencia de 1867-1868. Efectivamente, a partir de 1861, la industria textil catalana había entrado en crisis por las restricciones de materia prima, básicamente algodón de los Estados Unidos, que no llegaba a causa de la guerra civil norteamericana. La crisis textil arrastró a los ferrocarriles (entonces en manos de compañías privadas) y a los bancos. En 1866 iban a la quiebra los dos principales bancos catalanes. Y de rebote, se produjo una crisis de subsistencia, agravada por dos malas cosechas consecutivas, que fue especialmente trágica en Catalunya y Andalucía.
Isabel II ya no recuperaría el trono, ni siquiera volvería a España. Murió en París en 1904, después de dilapidar la inmensa fortuna del "bolsillo secreto". Desde París conoció el asesinato de Prim (1870), que la investigación moderna atribuye a personajes de su círculo familiar, la coronación y la abdicación de Amadeo de Saboya, que reinaría como Amadeo I (1871-1873), y la proclamación de la Primera República (1873). En París creó y alimentó un núcleo de conspiradores que provocaron la caída de la República. No obstante, su figura estaba tan absolutamente desacreditada, que los monárquicos golpistas coronaron a su hijo Alfonso, que reinaría como Alfonso XII (1874).