Tal día como hoy del año 1699, hace 325 años, en Barcelona, el Dietario de la Generalitat consignaba que los diputados y oyentes de este organismo habían enviado una embajada al palacio del virrey, para entrevistarse con Jorge de Hessen-Darmstadt, que desde 1698 ejercía las funciones de representación de la monarquía hispánica en Catalunya, por nombramiento del rey Carlos II. Según la anotación del Dietario, la embajada le quería agradecer su gestión ante el rey, que había consistido en informar favorablemente de los insaculados (los candidatos) a la renovación de cargos de la Generalitat. Este hecho se produjo en un contexto prebélico que anticipaba la guerra de Sucesión hispánica (1701-1715) y formaba parte de una estrategia política, y era totalmente inédito.

Cuando se produjo este hecho, el rey Carlos II (que acabaría siendo el último monarca hispánico de la estirpe Habsburgo) ya estaba muy enfermo. Aunque había estado casado en dos ocasiones, no había conseguido engendrar descendencia, y la corte de Madrid era un nido de intrigas. El cardenal Portocarrero (arzobispo primado de Toledo) había impulsado un potente partido proborbónico formado, principalmente, por la aristocracia latifundista castellanoleonesa. En cambio, en Barcelona, el príncipe Jorge, vinculado a los Habsburgo vieneses, desde 1693, como general del ejército imperial, e introducido al aparato de gobernación hispánico para|por Leopold I de Austria, trabajaba discretamente para contrarrestar las maniobras proborbónicas ordenadas desde Versalles.

Los Borbones, desde que estaban en el trono de Francia (1589), habían maniobrado para liquidar las instituciones de gobierno de los diferentes territorios del reino, buscando la destrucción del sistema foral y la concentración del poder en la figura del rey. Y este fue el argumento que utilizó la cancillería vienesa para buscar apoyos dentro del edificio político hispánico. Este sería el papel del príncipe Jorge, que en 1701, después de la muerte de Carlos II y la coronación de Felipe V, articuló la oposición clandestina al régimen borbónico. No obstante, las primeras fricciones entre las instituciones catalanas y el nuevo régimen borbónico se producirían por una cuestión económica: la prohibición de comercio con Inglaterra y los Países Bajos, los principales clientes de Catalunya (asunto Jager, 1702-1704).