Tal día como hoy del año 1150, hace 869 años, Ramón Berenguer IV, conde independiente de Barcelona y príncipe de Aragón, firmaba la donación a la orden del Císter de un extenso lote de tierras deshabitadas situadas en la actual comarca de la Conca de Barberà. Aquella donación impulsaría la construcción del monasterio de Poblet, que sería el primer establecimiento de la orden del Císter en Catalunya y, posteriormente, el panteón de los soberanos de la corona catalanoaragonesa. Las primeras obras de construcción culminaron el mismo año (1150). En Poblet se enterraría a ocho de los catorce soberanos de las estirpes Berenguer-Aragón y Trastámara, que murieron entre 1162 y 1516.
Se da la circunstancia de que la nuera de Ramón Berenguer IV y esposa de Alfonso-Ramón I de Barcelona y de Aragón, Sancha de Castilla, promovió poco después la construcción del monasterio de Sijena (1188), con el propósito de convertirlo en panteón real de los soberanos catalanoaragoneses, y entregó su gestión a las religiosas de la poderosa orden de San Juan del Hospital. La pretensión de Sancha no tuvo éxito y fue su esposo, Alfonso-Ramón I, que murió antes que ella (1196), el primer soberano catalanoaragonés enterrado en Poblet. En Sijena solo se enterró a la misma Sancha (1206) y a su hijo y heredero, Pedro el Católico, que murió en la batalla de Muret (1213).
En cambio, Jaime I, hijo de Pedro el Católico y nieto de Alfonso-Ramón y de Sancha, sería el continuador de la tradición iniciada por su abuelo. Fue uno de los grandes protectores de Poblet, donde fue enterrado. Durante su reinado, Poblet se agrandó notablemente: el rey no tan solo promovió la ampliación de las dependencias monacales, sino que en la primera fase de conquista del País Valencià (1229-1245) le entregó el dominio de grandes extensiones de tierra alrededor de Valencia capital. De esta forma, Poblet adquiría una dimensión que lo convertiría en uno de los principales poderes del estamento eclesiástico del país. Tres de sus abades serían presidentes de la Generalitat.