Tal día como hoy del año 1238, hace 786 años, los reyes Jaime I y su esposa Violante de Hungría tomaban posesión de la ciudad de Balansiya, que a partir de ese momento se llamaría València (recuperación y adaptación de la forma latina Valéntia). Dicha toma de posesión era la culminación de una empresa militar iniciada nueve años antes (1229) con la conquista de Morella (la primera plaza valenciana que pasaba a formar parte de la Corona catalanoaragonesa). El 22 de septiembre anterior, Zayyán ibn Mardanish, último gobernante árabe de Balansiya y descendiente el "Rey Lobo" (emir de Xarq-al-Ándalus, el levante peninsular entre Amposta y Almería, en el siglo XI), había aceptado iniciar las negociaciones de capitulación.

La reina Violante había tenido un papel fundamental en esas negociaciones. Cuando se alcanzó el acuerdo definitivo (28 de septiembre), la reina impuso la condición de que los árabes de Balansiya enarbolarían la bandera real cuatribarrada (el Pendón de la Conquista) como señal de rendición. El día 9 de octubre, el mismo día en el que entraban los reyes Jaume y Violante, también lo hacía el clérigo aragonés Pedro de Albalat, arzobispo de Tarragona y, como tal, máxima autoridad eclesiástica de la Corona catalanoaragonesa, y el clérigo catalán Berenguer de Castellbisbal, obispo de Girona, que pasaba a ser el primer obispo de València desde la ocupación árabe (714). Albalat y Castellbisbal consagraron la mezquita como iglesia y la convirtieron en catedral de la diócesis valentina.

Este hecho fue muy importante, porque Rodrigo Jiménez de Rada, arzobispo de Toledo y máxima autoridad eclesiástica de la Corona castellanoleonesa, pretendía que la nueva diócesis valentina quedara bajo la autoridad del metropolitano toledano. Rada argumentaba que, en tiempo del efímero dominio del Cid (1092-1102), el arzobispo toledano del momento había nombrado a un obispo en València, que había sido el francés Jerónimo de Perigord. Pero, en realidad, lo que pretendía Rada era vincular eclesiásticamente València con Castilla, como un primer paso para una futura anexión. Con la rápida y decidida intervención de Albalat y Castellbisbal, la Iglesia valenciana quedó vinculada a la archidiócesis de Tarragona y al mundo eclesiástico catalanoaragonés.