Tal día como hoy del año 1072, hace 953 años, el normando de ascendencia vikinga Roberto Altavilla, duque independiente de Apulia y Calabria, entraba en Palermo, la capital histórica de Sicilia, y expulsaba a las oligarquías árabes que dominaban la ciudad desde que en 1053 se independizaran de los emires de Sicilia —de la estirpe tunecina de los Kaib, que gobernaban la isla desde Catania—. De esta manera, se completaba la ocupación normanda de Sicilia, que pasaba a formar parte, en su totalidad, del ducado independiente de Apulia y Calabria. Los árabes habían dominado la ciudad durante 245 años (827-1072) y dejaron un importante patrimonio arquitectónico, que sería reformado y adaptado a la cultura europea y cristiana por el nuevo poder normando.
Roberto sería el padre de Mafalda de Apulia-Calabria, la princesa normanda de ascendencia vikinga —por parte paterna— y germana —por parte materna— que fue casada con Ramón Berenguer II, conde independiente de Barcelona y conocido como "el Cabeza de Estopa", por su larga y espesa melena rubia. Dicho matrimonio fue impulsado por el papa Gregorio VII, en la práctica habitual de la cancillería vaticana de reforzar los vínculos entre los pequeños dominios independientes del Mediterráneo occidental que se desarrollaban bajo la protección del Pontificado. Tanto el ducado independiente de Apulia-Calabria como el condado independiente de Barcelona formaban parte de estos estados que gravitaban en la órbita política del Pontificado.
Este fue el primer vínculo político efectivo entre Catalunya y Sicilia. El hijo de Mafalda y del Cabeza de Estopa sería Ramón Berenguer III, conde independiente de Barcelona y primo hermano de Simón I, duque independiente de Apulia-Calabria-Sicilia. Esta relación se desarrollaría en paralelo pero con frecuentes enlaces, hasta que, transcurridos 190 años, el infante Pedro —hijo del rey Jaime I y heredero al trono catalanoaragonés— fue casado con la infanta Constanza —hija del rey Manfredo I de Sicilia y heredera al trono siciliano— (1262). El posterior asesinato de Manfredo a manos del usurpador Anjou (1266) obligaría a Pedro y Constanza a intervenir militarmente (1285) en la primera gran operación en la que participan los almogávares para restablecer la legitimidad al trono de Palermo.
A partir de ese momento, Catalunya y Sicilia harían juntas el camino de la historia durante 428 años. Durante algunas etapas, gobernadas por reyes de la misma familia (del Casal de Barcelona) o con un solo soberano que se sentaba en ambos tronos, o —a partir de la unión dinástica de Fernando e Isabel— formando parte del edificio político hispánico. Esta relación terminó en 1713, en las postrimerías de la Guerra de Sucesión hispánica, cuando Felipe V —el primer Borbón de Madrid— se la entregó a los austríacos (Tratado de Utrecht) a cambio de que Carlos de Habsburgo —el candidato de los catalanes para gobernar la monarquía hispánica— se retirara del conflicto, renunciara al trono de las Españas y abandonara a los catalanes a su suerte.