Tal día como hoy del año 1937, hace 88 años, y en el contexto de la Guerra Civil española (1936-1939); el Govern de la Generalitat, presidido por Lluís Companys y a instancias de Antoni Maria Sbert i Massanet, conseller de Cultura, creaba el Servicio de Bibliotecas del Frente, con el propósito de llenar el tiempo de ocio de los soldados republicanos catalanes situados en el frente de guerra, tanto en la retaguardia como en las trincheras. Desde el inicio del conflicto (julio, 1936), el frente de guerra había estado prácticamente estático; y la prensa denunciaba que aquellas largas y tediosas jornadas resultaban terriblemente tóxicas y contraproducentes para los soldados. Poco después, se decidiría que este servicio se haría extensivo a los soldados atendidos en los hospitales durante su convalecencia.

Este servicio tenía su sede central en Barcelona y dos subsedes; una en Cervera, que atendía a los soldados de los frentes del Norte y del Centro (Navarra y Huesca), y otra en Tarragona, que atendía a los soldados del frente del Sur (Zaragoza y Teruel). Posteriormente, se crearían dos subsedes más próximas al frente: la de Sariñena (Monegros-Huesca), que recibía los libros desde Cervera; y la de Alcañiz (Bajo Aragón-Teruel) que los recibía desde Tarragona. Este servicio contó con 50.000 volúmenes, que se distribuyeron en unas 200 bibliotecas viajeras (unos armarios de madera con unas patas de hierro y con una capacidad para 200 libros). Para su traslado al frente se implantó un servicio de bibliobús (un camión con una carrocería diseñada y fabricada a propósito para este tipo de transportes).

Desde la creación de la Escola de Bibliotecàries de la Mancomunitat (1914); esta profesión había sido, prácticamente, reservada a las mujeres. Y las primeras bibliotecarias que formaron del Servicio de Bibliotecas del Frente fueron Maria Felipa Español, Rosa Granés, Concepció Guarro, Aurora Díaz-Plaja y Concepció de Balanzó (que moriría en un accidente de tráfico en Tortosa cuando volvían hacia Barcelona con un bibliobús). Estas bibliotecarias, y otras que se incorporarían posteriormente al servicio eran, también, conductoras de los bibliobuses. El último servicio de libros en el frente lo efectuaría Rosa Granés, a principios de enero de 1939. Con la ocupación franquista de Barcelona (26/01/1939), este servicio dejó de existir y las personas que habían formado parte de él se exiliaron.