Tal día como hoy del año 1391, hace 635 años, en Écija (entonces corona castellanoleonesa y actualmente Andalucía), la turba asaltaba la judería de la ciudad y masacraba a la comunidad judía local. Según la investigación historiográfica, el instigador de aquella masacre fue el clérigo Fernando Martínez, arcediano de la catedral de Sevilla, que durante los meses precedentes, y desde el púlpito de la parroquial de Écija, había lanzado mensajes apocalípticos señalando a los judíos como culpables de la terrible crisis económica que afectaba a aquella sociedad. Según los mismos investigadores, aquella noche fueron asesinadas unas 200 personas. Los pocos supervivientes (mujeres y niños) fueron conducidos al norte de África y vendidos como esclavos en los mercados musulmanes.
Aquellos hechos fueron el inicio de una brutal explosión de violencia que se extendió por varias ciudades de las coronas castellanoleonesa y catalanoaragonesa. Aquel pogromo no era el primero de la historia peninsular, pero sí que sería el más sanguinario y destructivo. Al día siguiente, la turba asaltó la judería de Sevilla, y según las estimaciones de la época, la turba asesinó a 4.000 personas. Después de Écija y de Sevilla, aquella corriente de violencia se extendió como una epidemia y durante los días inmediatamente posteriores, las turbas locales masacraron las comunidades judías de Córdoba y Toledo. Las juderías de Sevilla y de Toledo (las más grandes de la corona castellanoleonesa y pobladas por unas 12.000 personas) fueron totalmente destruidas.
Pasados dos meses del asalto al barrio judío de Écija, la oleada de violencia penetró en el territorio de la corona catalanoaragonesa y se produjo la masacre de las juderías de Valencia y de Palma. Y el 5 de agosto de 1391, la turba asaltaba la judería de Barcelona. En la capital catalana fueron asesinadas 300 personas (el 5% de la población de la judería). Durante aquel mes de agosto de 1391, fueron asaltadas las juderías de Girona, Lleida, Perpinyà, Tortosa, Tarragona, Montblanc, Cervera, Tàrrega y Valls. Se perpetraron miles de asesinatos y muchas juderías catalanas desaparecieron. Los judíos de Barcelona se dispersaron y la judería no se recuperó nunca más. Y la de Tàrrega también desapareció para siempre, después del asesinato de la totalidad de sus 250 vecinos.