Tal día como hoy del año 1453, hace 571 años, en Burdeos, se producía el embarque y la evacuación del último ejército inglés en Aquitania y concluía, de facto, la Guerra de los Cien Años (1337-1453), que había sido el conflicto más largo de la historia de Europa (transcurridos cinco siglos, todavía ostenta dicha condición) y en el que se implicaron todas las potencias continentales de la época. La corona catalanoaragonesa combatió en una gran alianza formada por los reinos de Francia, de Escocia, de Bohemia y de Navarra; la corona castellanoleonesa y la república de Génova. Y el efímero reino de Mallorca (1276-1347) lo hizo con el conglomerado liderado por el reino de Inglaterra, y formado por los ducados de Aquitania, de Borgoña, de Bretaña y de Normandía; el condado de Flandes y el reino de Portugal.

Aquel conflicto tenía su origen en el divorcio entre Leonor, duquesa independiente de Aquitania, y el rey Luis VII de Francia (1152), y el posterior matrimonio de la aquitana con el rey Enrique II de Inglaterra, que habría negociado ella personalmente (1154). Con la coronación de Ricardo Corazón de León, hijo y heredero de Enrique y Leonor (1189), Inglaterra y Aquitania pasaban a ser gobernadas por una misma estirpe: los Plantagenet-Aquitania, y la monarquía francesa, política y territorialmente, quedaba permanentemente amenazada por la tenaza anglo-aquitana. Durante siglos (XII a XV), las monarquías francesa e inglesa se disputaron no tan solo el dominio de Aquitania (que antes de Leonor había sido más o menos vinculada a Francia desde la época merovingia, siglos V y VI), sino también los respectivos tronos de París y de Londres.

Los ingleses siempre llevaron la iniciativa. Hasta la aparición en escena de Violante de Aragón (1384-1442), hija del rey Juan I de Catalunya-Aragón y de su segunda esposa, Violante de Bar, que fue casada con Luis de Anjou y enviada a residir en los dominios de su marido. Violante, dotada de una inteligencia política extraordinaria, sería una de las personalidades que más contribuiría a cambiar el destino de esa guerra. Acogió en su castillo al delfín Carlos, y lo educó y preparó para relevar a su padre, Carlos el Loco. Y fabricó el mito de Juana de Arco, una adolescente virgen que fue vestida como una mezcla de Virgen y de arcángel, que fue puesta al frente de la tropa y que, en ese contexto histórico y cultural, revertiría el derrotismo y conduciría al ejército francés a victorias decisivas.