De abanderar y encabezar el españolismo a caer en el ostracismo. De aglutinar más de 1,1 millones de votos a la práctica irrelevancia y a transitar por el camino de la desaparición. El camino y la trayectoria electoral de Ciutadans no ha estado exenta de ascensos meteóricos, pero también de una caída en desgracia. El partido hace frente a un reto mayúsculo en las elecciones catalanas de este 12 de mayo: ninguna encuesta les augura mantener la ya escasa representación que han tenido esta legislatura y proyecta un futuro agónico que puede dificultar la supervivencia. De hecho, estos comicios serán el primer 'match ball' para los naranjas, y el segundo 'round' en el que se la jugarán se producirá cuatro semanas después con las elecciones al Parlamento Europeo. De hecho, son las únicas dos cámaras donde conservan parlamentarios de su grupo, de manera que desaparecer también de estos hemiciclos los situaría en una tesitura muy compleja porque no les quedaría ningún salvavidas.

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En menos de dos décadas, Ciutadans ha pasado por los momentos más dulces de la política catalana y también ha experimentado los resultados más duros. En sus 18 años de historia, el partido —que nace a partir de la plataforma Ciutadans de Catalunya, impulsada por intelectuales como Félix de Azúa, Francesc de Carreras o Iván Tubau, con la voluntad de combatir el "nacionalismo obligatorio" y la inmersión lingüística— inició su arraigo de manera inmediata, ya que consiguió representación en los primeros comicios a los cuales se presentaron (los del 1 de noviembre de 2006). Lo hacía con un joven Albert Rivera, que solo cuatro meses antes había sido elegido presidente de la formación. En aquella campaña, el partido sorprendió con su cartel electoral, ya que Rivera aparecía desnudo. Con su aterrizaje en la cámara catalana —llegó con tres diputados—, llegó un nuevo estilo: Cs se caracterizó por ser un grupo que utilizaba más la lengua castellana que la catalana.

Después de la sentencia del Estatut y con el inicio del procés, parecía que el crecimiento del partido naranja no tenía techo. Este ascenso fulgurante cuajó, especialmente, en las convocatorias electorales del 2015 y 2017 —en esta, de hecho, ganaron las elecciones al Parlament—. Ahora bien, con la irrupción de Vox a escala estatal, los momentos de gloria de Cs se fueron al garete y su retroceso fue imparable, desapareciendo de la mayoría de cámaras legislativas autonómicas y erradicándose su presencia en el Congreso el año 2023. El partido en Catalunya no se quedó al margen de esta sangría: en los últimos comicios, se dejaron entre el 85 y 90% de los votos obtenidos en el 2017. Ante este 12-M, Ciutadans todavía llega más debilitado, con Carlos Carrizosa como cabeza de lista. En las últimas municipales, pasaron de 239 concejales a 10, quedándose en un irrisorio 1,2% de los votos en todo el territorio catalán.

 

Postularse como el partido "más eficaz contra el separatismo" encarcelando a Puigdemont

Ciutadans llega a esta convocatoria electoral después de haber pasado por una nueva guerra interna. La dirección en Madrid abrió negociaciones con Génova para intentar presentarse en coalición en estos comicios, pero la parte catalana de Cs no quería disolverse en las siglas del PP. Estas desavenencias hicieron que Adrián Vázquez, eurodiputado de los naranjas y quien era secretario general del partido, abandonara el cargo orgánico por el pulso con la dirección encabezada por Carlos Carrizosa, que se impuso y acabó decidiendo presentarse en solitario. En este camino, Ciutadans también ha perdido a Anna Grau, que ha decidido abandonar la política.

Una de las primeras decisiones de la campaña, dirigida por el polémico Jordi Cañas, ha sido recuperar el corazón con las banderas catalana, española y europea (imagen con la cual ganaron las elecciones de 2017). Todavía sobre la imagen gráfica, el partido también ha apostado por recuperar el logo de aquellas elecciones, con el color naranja y el triángulo. Esta apuesta supone el retorno a símbolos que los comportaron "muchos éxitos".

En un escenario de constantes deshechas electorales y con el riesgo de extinguirse, Ciutadans se la ha jugado con una campaña muy agresiva contra el president en el exilio, Carles Puigdemont, y contra su homólogo en el Gobierno, Pedro Sánchez. De hecho, la imagen electoral de los naranjas está creada con inteligencia artificial y aparecen Puigdemont y Sánchez dándose la mano bajo el lema Detenlos. De nuevo, el principal punto de la hoja de ruta de los naranjas es atizar el sentimiento de rechazo contra Puigdemont y llega hasta el extremo de mostrar encarcelado al candidato de Junts en el spot electoral. Esta cruzada también se ha materializado en los numerosos —e infructuosos— recursos que han registrado para intentar que el president en el exilio no pudiera concurrir a los comicios del 12-M, alegando que tiene el DNI caducado o que reside en Bélgica. Ni la Junta Electoral, ni el juzgado contencioso-administrativo ni el Tribunal Constitucional les han dado la razón.

Además de arremeter contra Puigdemont, Ciutadans centrará su estrategia en buscar la recuperación de votos entre los electorados del PSC y del PP —donde se han producido las principales fugas— haciéndose valer como el partido "más eficaz contra el separatismo". En este sentido, invalidan a Salvador Illa como alternativa para llegar a acuerdos con el independentismo y también disparan contra el Partido Popular de Alberto Núñez Feijóo por "no querer incomodar a Junts" ante la hipótesis que, en el futuro, los de Génova necesiten a los juntaires para llegar a la Moncloa. Esta línea de laminar y erosionar el PP se visualizó, incluso, tras las elecciones vascas, cuando Carrizosa apuntó contra el PP para "tender la mano" al PNV.

De la gloria al desastre

Los inicios de Ciutadans no fueron fáciles. Después de conseguir entrar en el Parlament el año 2006, los tres diputados —entre ellos, Albert Rivera— acabaron como no adscritos por las desavenencias mutuas. Eso hizo que el año 2010 se mantuvieran estacados en los tres escaños, obteniendo representación (de nuevo) solo por Barcelona. La negativa de Rajoy a un pacto fiscal abrió la puerta a la posibilidad de convocar un referéndum de autodeterminación, y Mas adelantó los comicios para hacer una apuesta decidida hacia el soberanismo. En este terreno, y ante la cierta indefinición del PSC, Ciutadans ganó terreno y duplicó los votos obtenidos dos años atrás, dando un salto de los tres a los nueve escaños e irrumpiendo por primera vez en la demarcación de Tarragona.

El primer gran resultado fulgurante lo recogen en el año 2015. La previsión de irrupción a escala estatal y la consolidación del proyecto como espacio líder del españolismo en Catalunya recogiendo votos de socialistas descontentos y populares enojados con Rajoy se materializó con una segunda posición, que permitió a Inés Arrimadas convertirse en la jefa de la oposición. En aquellos comicios, Cs se erigió en alternativa a Junts pel Sí y se disparó hasta los más de 730.000 sufragios (17,9%) y 25 parlamentarios. Por primera vez, entraban por todas las demarcaciones: Barcelona (17), Tarragona (4), Girona (2) y Lleida (2).

Pero la eclosión definitiva se produjo en las elecciones que tuvieron lugar dos meses después del referéndum del 1 de octubre. La candidatura de Arrimadas aglutinó el voto 'anti-Procés' y consiguió ganar las elecciones con más de 1,1 millones de apoyos (25,35%) y 36 butacas en el Parlament. A pesar de este resultado, no pudieron desplazar al independentismo del Govern, dado que no pudieron sumar mayoría para formar ejecutivo.

Más adelante, con la entrada de Pedro Sánchez en el Gobierno (2018), la irrupción de Vox y la entrada de Salvador Illa a la arena electoral catalana, Ciutadans se fue desintegrando y deshaciendo, viéndose abocados a la irrelevancia. La formación perdió activos que se fueron a otras formaciones, como Lorena Roldán y Nacho Martín Blanco al PP. El año 2021, los de Carrizosa se desplomaron hasta los 158.000 votos (un 5,58% del total) y se dejaron por el camino hasta una treintena de diputados, pasando de los 36 de 2017 a los seis actuales. Ahora, las encuestas los sitúan fuera del Parlament, hecho que, si se sustancia, acercaría la formación a ser residual y, consecuentemente, a su extinción.