A Junts per Catalunya se le denomina a menudo en las crónicas periodísticas como los postconvergentes. Para bien o para mal, según de qué pie calce el cronista, pero hay que ver los convergentes que quedan orgullosos de haberlo sido y de seguir siéndolo. Ayer mismo unos centenares se reunieron en la plaza Molina de Barcelona que parecía un acto de afirmación pujolista, pero no nostálgico, porque se les veía muy animados apoyando al candidato (y en su opinión president legítimo) Carles Puigdemont. Fue un auténtico mitin de la Convergencia de los buenos tiempos. Todos los oradores eran convergentes de pura cepa, excepto Jaume Giró, un recién llegado al partido, que no a la causa.
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Era un acto convergente en el que el primero que habló fue Joan Vallvé, diputado de la primera legislatura y consejero de los Governs Pujol, que se encargó de recordar que, en las primeras elecciones catalanas, estaba prevista una gran victoria socialista que nunca se produjo, queriendo decir que ahora va a pasar lo mismo. “Dios te escuche”, se oyó decir a alguien del auditorio.
Para el mitin de Convergència, bueno, de Convergència i Unió, porque también estaba Joana Ortega, se eligió la plaza más convergente de Barcelona. Lo recordó Jordi Martí que en las municipales Trias obtuvo en Sarrià-Sant Gervasi el 40% de los votos, mayoría absoluta. Debemos volver a hacerlo, vino a decir Martí, refiriéndose a votar más que a ninguna otra cosa.
También hablaron Quim Jubert, Montse Cantín, Pilar Gascón, Glòria Freixa antes que Giró y Trias. Son gente de orden que sufren una contradicción enorme, porque han llegado a la conclusión de que es necesario hacer una revolución pero que solo se puede ir haciendo poco a poco, que en el fondo es lo que preconizaba sin decirlo Jordi Pujol. “Levantemos Catalunya” fue el eslogan de CiU de 1980 y ahora lo repiten todos los candidatos de Junts.
Xavier Trias y Jaume Giró simbolizan el hilo conductor entre la Convergencia del siglo XX y la del Siglo XXI, ambos represaliados por ser como son. Como es sabido, a Trias lo difamaron por arrebatarle la alcaldía y Giró sufrió la guerra sucia de las cloacas del Estado. Cuando Alicia Sánchez-Camacho, la diputada del PP, elaboraba listas negras de sospechosos independentistas, denunció a Giró al comisario Villarejo que le destinó algunos agentes de la policía patriótica para vigilar sus movimientos. Aún así, el movimiento más definitivo fue cuando era director general de la Fundación la Caixa. Pese a las presiones de la Zarzuela, Jaume Giró se posicionó en contra del traslado de la entidad fuera de Catalunya. Su rebelión le costó el cargo y el puesto de trabajo.
En la plaza Molina, Giró se esforzaba primero desde el escenario y después aleccionando a un grupo de jóvenes proclamando que "Catalunya no está en decadencia sino en situación de emergencia a consecuencia de un déficit fiscal insostenible". Probablemente por todo ello Trias recordaba que "con Pujol buscábamos la manera de encajar Catalunya en España y ahora sabemos que esto no encaja".