El candidato del Partido Popular a las elecciones al Parlament de Catalunya de este domingo, Alejandro Fernández, tenía muchos motivos para estar contento cuando apareció ante los medios de comunicación cerca de las diez y media de la noche. El escrutinio oficial había hecho realidad los objetivos del Partido Popular en estas elecciones. De hecho, "todos los objetivos", según dijo el mismo candidato, ya que el PP ha sido el partido que más ha crecido, tanto en escaños como en votos; ha quintuplicado diputados, pasando de 3 a 15; ha recuperado el rol de referencia del "constitucionalismo" en Catalunya; y ha superado a Vox en 4 diputados. A pesar de todo, al día siguiente de la euforia llega la resaca y a la hora de establecer escenarios a corto plazo, Fernández no tiene en frente un camino de rosas.

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Quizás ha sido una señal el mismo hecho de que, a diferencia de otros partidos, el Partido Popular de Catalunya no haya programado ninguna rueda de prensa y que Fernández haya optado por controlar mejor la situación en entrevistas puntuales. A lo largo de la campaña, el candidato no ha sido precisamente generoso a la hora de admitir preguntas -justo las ruedas de prensa de las agencias ACN y Efe-, y el contacto con los medios ha sido cortés, pero distante. De momento parece que la tónica será la misma los próximos días. En todo caso, por lo que ha dicho en entrevistas matinales, Fernández vive en un quiero y no puedo en un laberinto de cálculos políticos donde en su caso prevalece el objetivo final, que nunca ha sido otro que el de facilitar el acceso de Alberto Núñez Feijóo a la Moncloa.

Ningún partido ha hecho más campaña para las futuras legislativas españolas los últimos quince días como el PP, donde Feijóo ha estado a un paso de empadronarse en Catalunya. En este contexto, Feijóo obtuvo un resultado agridulce, porque se puede felicitar por el buen resultado del PP catalán aunque le quede la espina de que el protagonista haya sido un candidato que no es de su cuerda. Pero nobleza obliga y de cara a fuera todo han sido piropos de ida y vuelta entre Fernández y Feijóo. Con todo, la victoria del PSC y de Salvador Illa es, de rebote, la victoria del PSOE y de Pedro Sánchez, y eso obliga a Fernández a buscar un equilibrio imposible, el de evitar una presidencia independentista sin favorecer a un socialista.

¿Favorecer por omisión el retorno de Puigdemont?

Que Fernández no votará a favor de una probable investidura de Puigdemont es evidente. Obviamente, eso no sorprende a nadie. Ahora bien, para Fernández no es tan fácil defender que no facilitará una investidura de Illa. Este lunes mismo ha señalado que Illa no podrá contar con su apoyo porque no está dispuesto a "hacer el primo". Ahora bien, la disyuntiva de favorecer por omisión el retorno de Puigdemont como president sería una losa que difícilmente podría aguantar Fernández y mucho menos Feijóo, que se convertiría, por un giro incontrolable de los acontecimientos, en valedor del independentismo -el "separatismo" en vocabulario del PP-, cosa que sería conceder un arma de calibre a Pedro Sánchez.

La aritmética surgida del 12-M dibuja un posible tripartito de izquierdas donde toda la presión recaerá sobre ERC, que si el domingo perdió armas, probablemente perdería bagajes si lo hiciera. En todo caso, esta sería la solución menos mala para el PP, ya que se ahorraría tener que intervenir y podría votar cómodamente en contra sin riesgo. Pero la opción del tripartito no es la única que hay ahora mismo sobre la mesa y es en esta lógica que Fernández tendrá que decidir qué papel juega. Hacer de invitado de piedra puede ser cómodo, pero no casa con el talante del líder de los populares catalanes.

Precisamente, este es el elemento clave de todo ello. Fernández tiene la suerte de que le han tocado muchas cartas en el reparto electoral, pero tendrá que ser muy cauto a la hora de administrarlas, porque si ser decisivo en política catalana supone bloquear la investidura y forzar una repetición electoral, quizás para ese viaje no hacían falta alforjas. O quizás sí, si el deseo oculto del PP es precisamente este y confiar en que el vendaval popular siga soplando en otoño. El maquiavelismo aparentemente tampoco casa en el talante de Fernández, pero precisamente ahí radica el secreto para engañar a los incautos.

El escenario, por lo tanto, es complejo, y Fernández tiene en sus manos ser realmente decisivo, pero la opción más clara es la de 'hacer un Sirera', es decir, favorecer la investidura de Illa para evitar un Govern en manos de independentistas, es una espada de doble filo y quien recibirá el estoque será Feijóo. Y si el cálculo final es conducir al presidente del PP a la Moncloa, el equilibrio es poco menos que imposible. Cuando se despertó...