Incertidumbre máxima. Los malos resultados obtenidos en las elecciones de Catalunya han abocado la CUP a la gran incógnita de cuál será su relevancia en la futura sesión de investidura y durante una legislatura que se presenta como incómoda para los anticapitalistas. Si hasta ahora los cupaires se habían acercado a su techo histórico con nueve diputados, el revés en las urnas ha hundido la formación hasta la penúltima posición con solo cuatro representantes. Y eso dibuja un futuro oscuro en un escenario en el cual la agrupación política de la izquierda independentista ve "un Parlament más de derechas y más españolista que nunca".
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Durante la campaña, la candidata Laia Estrada ya descartó en numerosas ocasiones investir a Salvador Illa como presidente por haber arrastrado el PSC hacia posiciones propias de la derecha en cuestiones como los macroproyectos o la política de vivienda. Así lo ha defendido de nuevo la cabeza de listas cupaire este lunes, quien ha dicho que con los socialistas "no hay entendimiento posible" y que no retrocederán de su posicionamiento. Illa ya sabe que podrá contar con los votos de los Comuns en la eventual sesión de investidura para un total de 48, pero ERC se ha autoexcluido del futuro ejecutivo y por lo tanto ha cerrado la puerta a un hipotético tripartito —si bien no ha explicado si allanará la investidura del socialista—. Con este rompecabezas, la llegada de Illa al frente de la Generalitat pasaría a depender de un complicado entendimiento con Junts, o bien con el PP y Vox, opciones que hoy por hoy están completamente descartadas.
Pero es que la otra opción que hay sobre la mesa, la de investir Carles Puigdemont, tampoco se presenta como mucho más viable. Estrada ha señalado que ve "complicado" llegar a un acuerdo con Junts porque su programa económico se parece demasiado al del PSC, por lo que cierra la puerta a "restituir la convergencia de toda la vida", y ha considerado "ambiguo" que Puigdemont apele a conformar un Govern de obediencia netamente catalana por su deriva autonomista. De todos modos, el independentismo no suma mayoría absoluta ni mucho menos, y la inclusión de Alianza Catalana en la ecuación todavía complica más los números teniendo en cuenta el veto del resto de fuerzas. Así, la CUP tampoco será clave en este escenario, y a los juntaires solo les queda presionar al PSC para que facilite la investidura del expresidente.
Sin influencia en investidura ni en políticas
El escenario que se le presenta a la CUP arrastra a los anticapitalistas todavía más hacia la insignificancia. Años atrás, durante el periodo más álgido del procés, la política de bloques en el Parlament había llevado a los gobiernos de Junts y de ERC a buscar el apoyo de los cupaires para sacar adelante sus políticas. Ahora bien, el panorama cambió después de las elecciones de 2021, cuando el ejecutivo liderado por Pere Aragonès empezó a buscar el apoyo externo del PSC —que, bajo el dominio de Salvador Illa, se mostraba dispuesto a alargar la mano— y empezó a dejar de lado a la CUP. La salida de Junts del Govern para dejar ERC en solitario todavía incrementó la necesidad de Aragonès de mirar a su derecha y descartar a los anticapitalistas, que vieron cómo su influencia en la cámara se volvía irrisoria. De cara a la próxima legislatura, con un Parlament más de derechas que el anterior, todo hace prever que las propuestas cupaires serán todavía más relegadas al olvido.
Y, si hasta ahora la CUP había sido influyente en el aspecto de las investiduras, también esta carta se le escapa. Los cupaires tuvieron la llave de la gobernabilidad para hacer presidentes Carles Puigdemont —incluyendo el paso al lado obligado de Artur Mas—, Quim Torra y Pere Aragonès, cuando la mayoría absoluta del independentismo dependía completamente del voto de la CUP. Esta vez, sin embargo, el espacio soberanista no suma mayoría absoluta, y el papel de los anticapitalistas a la hora de escoger al próximo presidente de la Generalitat parece destinado a ser hacer de espectador.
El análisis de los resultados
La derrota de la CUP se ve cuando se analizan los números. Tres años antes, la candidatura encabezada por Dolors Sabater se llevó nueve escaños, con el 6,68% de los votos para un total de 189.924 votos. Este 12-M, sin embargo, han perdido más de la mitad de los representantes hasta sumar solo cuatro, con el 4,09% de los votos —más de dos puntos y medio menos— y un total de 127.850 papeletas. En todo Catalunya, los cupaires han pasado de quinta fuerza en el Parlament a ser la penúltima, y son la segunda formación que más votos ha perdido después de ERC, con un escape de más de 60.000 votos.
Por demarcaciones, la CUP ha conseguido conservar tres diputados en las provincias de Barcelona —dejando escapar dos— y uno en Girona —uno menos que en 2021—, pero en cambio ha perdido los dos que tenía en Lleida y Tarragona para quedarse ahora sin representación. Además, los cupaires tampoco han conseguido imponerse a ningún municipio catalán, como sí que lo hicieron hace tres años. En este sentido, el revés más doloroso se ha sentido en dos municipios en que la CUP tiene la alcaldía: Girona y Berga. En los dos lugares, los anticapitalistas han quedado lejos de las primeras posiciones, e incluso por detrás de la extrema derecha de Alianza Catalana.