Jéssica Albiach (València, 1979) es una de las pocas lideresas que permanece en pie entre los políticos de mi generación, una quinta de Xers con gran oratoria y ambición desmesurada —pensad en Albert Rivera, Pablo Iglesias y muy pronto Pere Aragonès— que ha acabado pidiendo caridad a las empresas del IBEX o ejerciendo de podcaster para los amigos. Esto ha ocurrido, en primer término, por la picardía fallera de una política que siempre ha sabido qué árbol había que abrazar: tras el estallido del 15-M y tres años antes de los hechos de 2017, Albiach se afilió a Podemos y terminó ese primer tramo de su ascenso con la archiconocida fotografía de la votación en el Parlament donde mostraba la papeleta de su 'No' a la DUI. Cuando la estela de Pablo Iglesias se fue apagando, solo un año después, entró en la órbita de Ada Colau para llegar a la presidencia del grupo parlamentario de Catalunya en Comú-Podem.
Cuando la Catalunya comunera hizo atenuar la palabra "Podem" de su árbol genealógico, y Pablo Iglesias decidió suicidarse políticamente contra Isabel Díaz Ayuso, Albiach se puso a rueda de Ada Colau, primero como coordinadora de los comunes y después como candidata en las elecciones de 2021, siempre franqueando a la antigua alcaldesa de Barcelona. Siguiendo una costumbre de su tribu política, Albiach se presentó a los comicios bien entusiasmada (con el pelo teñido de un naranja ardiente, como una zanahoria hervida por el maestro Xavier Pellicer) y también con su particular run run, una especie de reguetón titulado "Yes a la Jess", con una joya de letra que rezaba “Ni joies ni Ferari/Ni debat identitari/Més respecte pels meus avis/Yes a la Jess/No puc esperar més/Mejor que Illa y Aragonès”. A pesar del auge del PSC y de la ligera mejora de ERC, Albiach consiguió resistir el embate.
La importancia de la presencia de Colau en el devenir de la formación de Albiach no fue menor: de los 195.345 votos que logró en los anteriores comicios, 165.304 serían de la provincia de Barcelona (donde, de hecho, ya retrocedió; como en todo el territorio, exceptuando una raquítica mejora de 0,01 puntos en Girona) y de esta demarcación son 7 de sus 8 actuales diputados. La otra plaza relativamente fuerte la tiene en Tarragona, un escaño que se han repartido la barcelonesa Yolanda López y el actual alcalde de Tortosa, Jordi Jordan. Este hecho explica que uno de los campos de batalla de Albiach y de los comunes durante esta campaña del 12-M sea una oposición frontal al proyecto del Hard Rock: la clave de todo, en definitiva, será la capacidad que Albiach tenga para mantener al electorado barcelonés enchufado por una causa que —aunque afecte a todo el territorio— es mucho más sensible en su zona cero.
Por mucho que cuente con Ada Colau durante la campaña, Albiach ya no dispone de la alcaldesa en el trono del poder de la plaza de Sant Jaume
Pero por mucho que cuente con Ada Colau durante la campaña, Albiach ya no dispone de la alcaldesa en el trono del poder de la plaza de Sant Jaume, y este no es un hecho menor, pues el electorado progresista barcelonés puede acabar más seducido por la nueva versión deconstruida de Pedro Sánchez (y señora) y también por una candidata cupaire que, a diferencia de Albiach, tiene el mismo aroma anticapitalista, pero servida con una sonrisa mucho más amable que la de la política valenciana. En todo este contexto, Albiach tiene pocos números para repetir resultado, pero a su particular manual de resistencia le bastaría con poder sumar suficientes diputados como para tener la clave de un futuro tripartito entre el PSC, ERC y los comunes; una situación que no es del todo imposible, sobre todo si el partido de Sílvia Orriols acabase decidiendo la mayoría indepe. Si Albiach pierde, pero sobrevive, puede acabar teniendo la legislatura en sus manos.
La cabeza de lista de los comunes cuenta con la fuerza de haber hecho frente a los presupuestos de la Generalitat justamente por el tema del Hard Rock, un tema que no se cansa de subsumir en todo el país y no en el territorio de donde solo saca un simple escaño. Por su parte, la otra fuerza de Albiach podría seguir siendo el apoyo nada despreciable de Ada Colau. El problema es que la antigua alcaldesa de la capital parece mucho más interesada en marcharse de excursión a Gaza (con una flota que tenía que ayudar a los palestinos y que no ha acabado llegando ni a Castelldefels) que a seguir ensuciándose en una vida política que cada día le interesa menos. La situación de Albiach es parecida a la de Orfeo, en la versión operística de Gluck, cuando canta eso tan bonito de Che faró senza Euridice; pero aquí la protagonista no es la ninfa que muere en los infiernos, sino la compañera fiel que hasta ahora le hacía de bote salvavidas.
Hasta ahora, Albiach ha podido sobrevivir dentro de las contradicciones de un movimiento que ha pasado de asaltar las plazas públicas y a reinar en el Ayuntamiento más importante del país, a aprobarle unos presupuestos pandémicos a Quim Torra. Habrá que ver cómo mi coetánea puede manejarse en un nuevo Pparlament atomizado, pero con una política de bandos mucho más polarizada. Por si acaso, y también para no generar más división, la candidata comunera ha hablado más bien poco del referéndum y de la amnistía. Porque de todo esto ni dios se atreve ya a hacer cancioncillas.