A pesar de su condición de portavoz de En Comú Podem en el Congreso, Aina Vidal es una de las diputadas catalanas más desconocidas para los electores de la tribu. Hace muy días, Twitter perpetraba de nuevo su perversa magia, viralizándose un vídeo de uno de los habituales tests electorales de respuesta corta que un digital (de la competencia) disparaba contra la ahora candidata de Sumar a Madrid. Preguntada por si conocía la capital de La Cerdanya, Vidal respondía con una dulce espontaneidad: "¿De la Cerdeña?". La confusión tiene una cierta gracia, no solo porque Vidal vaya justa en geografía (también fue incapaz de decir un solo programa de entretenimiento de la parrilla de TV3 o de saber qué quiere decir ser un "creador de contenidos en catalán"), sino porque la respuesta real a la confusión es la ciudad de Cagliari, que Jaime el Justo conquistó durante siglos para los catalanes, como así se manifiesta en la bandera del escudo.
Ya me perdonaréis el freudianismo de salón, pero la respuesta me pareció curiosa si pensamos en la distancia oceánica que existe entre los tiempos de la Catalunya imperialista y el paradigma de una candidata de vocación sucursalista progre como es Vidal. Entronizada por el rol de número uno después de la baja (quién sabe si forzada) de Jaume Asens —es decir, con el colauismo perdiendo músculo dentro de la coalición Sumar— Yolanda Díaz ha querido encontrar en Vidal una candidata fiel que no le comporte excesivos problemas. Traducido en términos de política nacional, eso quiere decir una lugarteniente regionalista que se dedique a pintar el advenimiento de la derecha como si fuera el apocalipsis y que defienda el referéndum de autodeterminación... pero que en todo caso que no toque mucho los cojones con el tema. Vidal lo ha entendido perfectamente y repite muy bien la biblia de los sumadores: referéndum, sí, pero antes queremos justicia social.
A Vidal, hoy por hoy, solo se le está exigiendo que recuerde muy bien la capital de Sumar. Que es Madrid
El argumento de los comunes es de un bajo vuelo que asusta, pues, si los catalanes tenemos que esperar a que los trenes funcionen como preludio necesario de poder decidir aquello que los cursis denominan "el horizonte político del país", ya os aseguro que moriremos escasamente refrendados. Pero eso da lo mismo porque, a diferencia de Pedro Sánchez, Yolanda Díaz no se juega la campaña en Catalunya y eso de permitir votar a los ciudadanos hace mucha pupa por toda España. En este sentido, Vidal ha copypasteado muy bien la tonalidad alegre de su capataza, tiñendo su discurso de sonrisas compulsivas. "Votad para no vivir a base de Diazepam y Trankimazin. Votad por un planeta más respirable, también por la transición verde. ¡Viva la vida y viva la alegría!". Así de satisfecha acababa su intervención en el pluridebate de Televisión Española, inconsciente de cuántas alegrías le debemos al botiquín.
Como muchos activos de la izquierda más ardida de mi generación, Vidal es una política formada en la dialéctica entre las estructuras más vetustas del conservadurismo progre (ha crecido a la sombra del sindicato CCOO) y, por otra parte, los movimientos antiglobalistas de los foros sociales europeos. En paralelo, la candidata comunera es la consecuencia lógica de una hornada de líderes que se han visto obligados a vivir la precariedad económica para justificar su dignidad. A diferencia de su capataza, con una formación bastante sólida, Vidal muestra que con un ciclo formativo de grado superior de Integración Social y un currículum de perfil asociacionista ya es suficiente para escalar posiciones (también que la catalanidad queda cubierta perteneciendo a Som Energia y Esplais Catalans). A todo esto hay que añadirle el mantra de negar la meritocracia personal y enaltecer la lucha colectiva.
La cosa tiene cierta gracia, pues diría que la candidata conoce en propia carne y mejor que nadie el hecho de que la lucha por la vida necesita un aliento de fuerza subjetiva; también que, a la hora de conseguir el aplauso de todo cristo, primero tienes que ser lo bastante valiente como para imponerte a las adversidades. Pero todo esto son discusiones menores y metafísica de gin-tonic, porque aquí lo importante del tema es que a Vidal, hoy por hoy, solo se le está exigiendo que recuerde muy bien la capital de Sumar. Que es Madrid, faltaría más.