Con temperaturas tórridas y bajo un sol abrasador se hace difícil congregar centenares y miles de personas para escuchar discursos políticos encendidos. Es más agradecido el confort de un plató de televisión o un estudio de radio, aunque exista el riesgo de salir escaldado. Más agradecido y, a la vista de los hechos, más efectivo. Desarrollar una campaña electoral justo en medio de julio es una hazaña inédita y Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo han tomado nota de ello. Sin mítines masivos, los dos candidatos también se han asomado a la pugna mediática a los medios de comunicación: retahíla de entrevistas, programas de todo tipo, un cara a cara, debates grupales y decenas de vídeos colgados a las redes sociales. Los platós ganan la partida a los actos en las elecciones generales del 23-J.

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En tiempo de descanso, cerveza, arena y agua fresca, el objetivo de los grandes partidos es llamar la atención al electorado, que está "desconectado". Lo dice el catedrático de Comunicación Política y Opinión Pública de la Universidad Rey Juan Carlos, Víctor Sampedro, que constata que el mitin "ya no es el punto de encuentro". "Se ha sustituido por el intercambio de rifirrafes a cara de perro que producen los platós de la televisión que después se replican a las redes sociales". Y en mitad de las vacaciones de verano "todo se remite a los medios de comunicación". Aun así, el presidente de la Asociación de Comunicación Política (ACOP), Óscar Álvarez ve un matiz. "La estrategia de ir a los medios no tiene tanto que ver con el verano, sino con el hecho de ir a movilizar, no a tu militancia, sino a los votantes, porque te permiten llegar a una masa a la que no tienes acceso a los actos".

Sánchez y Feijóo, dos estilos diferentes

Por estricta necesidad, después del varapalo del 28 de mayo, quien más se ha entregado al choque mediático ha sido Pedro Sánchez, que en cuestión de días ha hecho todo aquello que había evitado en cinco años de presidencia. Se ha puesto el traje de boxeador y ha visitado consecutivamente cadenas de televisión y emisoras de radio que le son hostiles, como Telecinco u Onda Cero. Allí ha lidiado, cuerpo a cuerpo, con Carlos Alsina, Ana Rosa Quintana o Pablo Motos, en conversaciones que lo han puesto contra las cuerdas. ¿Demasiado tarde? "Mientras la derecha y la extrema derecha solo mienten y tienen una agenda de acoso y derribo, Sánchez tenía que dar una respuesta a eso", responde Sampedro. Tanta ha sido la entrega del socialista, que ha intentado acorralar a Feijóo proponiéndole una serie de cara a cara, de los cuales el gallego solo ha aceptado uno, que se retransmitirá este lunes por los canales de Atresmedia.

Para el consultor Álvarez, Pedro Sánchez no tenía más remedio que poner el cuerpo, como arma para "contrarrestar la idea del sanchismo" que ha instalado la derecha en el imaginario. "Se ha dado cuenta de que vender la gestión per se no sirve, teniendo en cuenta que las encuestas dicen que la mayoría de los españoles aprueban las medidas del gobierno". Por eso, continúa, "el problema no son las medidas, sino el sanchismo": "El PSOE se ha tirado a combatir esta idea descaradamente". En cambio, Alberto Núñez Feijóo ha optado por una estrategia más contemplativa. Verlas venir, consciente de que el viento le sopla a favor y para no estropear una carrera en la que arranca con ventaja. "No tiene la urgencia de pasar de 0 a 100", subraya Álvarez, recordando que Feijóo ya se ha paseado por estos platós y estudios de radio en los últimos meses, con quien los presentadores, afirma, "han sido más benevolentes".

Pablo Motos y el Wyoming: ¿la banalización de la política?

Al margen de las entrevistas, los cara a cara o los debates que se harán, las visitas a platós de programas de entretenimiento son garantía de un buen pico de audiencia. Las cadenas y los partidos lo saben: win-win. Las conversaciones más distendidas, más próximas y sin corbata con Pablo Motos (El Hormiguero) o el Gran Wyoming (El Intermedio) se han erigido como un remedio habitual para llegar a públicos que tienen menos interés por la política, aunque asumiendo el riesgo de banalizar asuntos públicos de gran relevancia.

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Pablo Motos entrevista a Núñez Feijóo en El Hormiguero / Foto: Europa Press

Entre los expertos hay visiones complementarias. El catedrático Sampedro es especialmente duro porque concluye que, de esta manera, solo salen ganando "los que apuestan por la antipolítica". "Si no tienes credibilidad, solo te queda hacer espectáculo, es decir, el payaso. Y cuando haces al payaso, inscribes tu discurso político en un entorno de cachondeo, trivialización y banalización, y todavía devalúas más tu figura". Con todo, el presidente d'ACOP añade un elemento más al debate sobre los vínculos entre los asuntos públicos y el entretenimiento: "El Wyoming le sirve para su electorado de izquierda y Pablo Motos, para el de derechas. Es decir, que hacen gracia a los afines y eso funciona, pero corremos el riesgo de polarizar en exceso los asuntos que son públicos".

La era de Tiktok y "el modelo autoritario de la comunicación"

El modelo de comunicación en campaña electoral ha quedado caducado y desfasado por la era de las redes sociales. Los carteles y folletos electorales se han convertido en piezas de coleccionismo y poca cosa más, porque poca gente ve un compromiso directo entre votante y votado. Es la tesis que defiende Víctor Sampedro, que es muy crítico con la relación establecida entre los medios de comunicación y las cúpulas de poder de los partidos. "La publicidad política está desactivada, también lo está cuando la producen las televisiones porque la gente sabe que, cuando mira el telediario, la inmensa mayoría de las noticias son fruto de la labor de relaciones públicas de los gabinetes con más poder".

Perdida la efectividad de lo que Sampedro define como "propaganda", hay un resquicio que huye de los media convencionales. Las redes sociales, que irrumpieron a principios de siglo y se han convertido en la actualidad en un terreno abonado para que la extrema derecha sitúe sus ideas fuerza. Y eso que en el surgimiento fueron altavoz en las primaveras árabes o una fuente de difusión durante el 15M español o las protestas de Occupy, movimientos vinculados al cambio político propiciado por la izquierda contra el stablishment. Ahora las tornas han cambiado, a partir de la aparición de plataformas como Tiktok, que se han convertido en zonas fértiles para los mensajes que atizan el odio contra el movimiento LGTBI, feminismo o el independentismo, a partir de influencers con millones de seguidores. Y eso impacta en los sectores más jóvenes que utilizan estos espacios cibernéticos. El contrapoder ha cambiado de bando. "Los jóvenes se asocian con la rebeldía y ahora la rebeldía no está a la izquierda, que ocupa el poder," matiza Álvarez, que recuerda que Podemos "empezó muy bien" y Vox actualmente "lo hace mejor".

Pero Víctor Sampedro aporta una visión sobre el "uso emancipador" de las tecnologías de la información. "Cuando el juego no estaba tan pautado, comercializado y controlado, había oportunidad de lanzar mensajes desde abajo", lamenta el catedrático de Comunicación Política, que constata que en la actualidad "impera un modelo de arriba a abajo, un modelo autoritario de la comunicación". ¿Por qué? "Tiktok está en manos de la gente que tiene más recursos, que puede contratar más bots, más usuarios automatizados, más inteligencia artificial para tener más presencia social". Por todo ello, Sampedro vaticina que "el sistema político informativo produce incomunicación política", a la vez que "no reconoce la urgencia de conseguir consensos transversales".