La actualidad de estas últimas dos semanas en el Estado español ha sido marcada por los pactos entre el PP y Vox en algunas comunidades autónomas y algunos ayuntamientos. La visión —o más bien negación— de la formación de extrema derecha sobre la violencia de género ha protagonizado los debates y ha pautado la agenda del PP e incluso del PSOE y Sumar. Lo que marca el ritmo de la precampaña del 23-J es, de momento, la batalla cultural que impone el partido de Santiago Abascal. Eso, de momento, ya ha provocado que el PP juegue a dos bandas: en el País Valencià se ha doblado al marco ultra de Vox, mientras que en Extremadura se han puesto el sombrero de demócratas y mantienen distancia con la extrema derecha.

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¿Al fin y al cabo, qué consecuencias tendrá la batalla cultural que impone Vox? ¿Puede provocar que el electorado de derechas moderado vote masivamente a Alberto Núñez-Feijóo, o puede generar tanto rechazo que favorezca al PSOE? Ignacio Varela, politólogo que en los años 80 y 90 fue subdirector del gabinete de la presidencia española de Felipe González, descarta absolutamente el segundo escenario y argumenta en declaraciones a ElNacional.cat que este año "la derecha está muy movilizada". "Saben lo que quieren y son conscientes de que estas elecciones son un plebiscito contra Pedro Sánchez", afirma.

Varela, que durante 35 años participó en el diseño de las campañas electorales del PSOE, sí que confirma que el resultado del 23-J estará directamente influenciado "por todo el proceso de formación de gobiernos autonómicos" del 28-M. Pero opina que la única consecuencia positiva para Pedro Sánchez que puede tener este marco impuesto por Vox es que "aquel votante decepcionado con el PSOE" que optaba por la abstención o por el PP reculará y volverá a depositar una papeleta socialista por miedo a una Moncloa ocupada por el PP y por Vox.

Es más optimista —desde un punto de vista situado a la izquierda— Jaime Ferri, politólogo de la Universidad Complutense de Madrid. "Todo eso puede llegar a desgastar las opciones de la derecha y provocar, en algún caso, que alguien no vaya a votar, porque la sociedad española ya tiene muy asumido que hay que condenar la violencia de género", apunta. Pero advierte que "la campaña nada más ha empezado" y que la derecha acabará "sacando otros temas", como ya hizo el 28-M con Bildu y ETA.

El PP, entre dos aguas: ultra en el País Valencià y moderado en Extremadura

El PP ha optado estos días por una estrategia interesante. Se ha doblado a las exigencias de Vox en algunos territorios y se ha puesto exquisito en otros. El territorio más polémico fue el País Valencià. A Alberto Núñez-Feijóo no le tembló nada el pulso para llegar a un acuerdo con Vox en tiempo récord en esta comunidad autónoma. Y el escándalo fue mayúsculo: formó parte del acuerdo Carlos Flores, miembro de Vox, condenado por violencia machista —maltrato psicológico, concretamente—, que aceptó dar un paso al lado pero presentarse igualmente a las generales para ser diputado en Madrid.

El PP de Carlos Mazón, además, asumió el marco ideológico de la extrema derecha: discriminación lingüística del valenciano, negación de la violencia machista, xenofobia y euroescepticismo. Un pacto muy similar se tejió días después en las Illes Balears, donde el PP aceptó el marco de "violencia intrafamiliar" que elimina el concepto de "violencia de género" o "machista"; y también decidieron promover la persecución de la "inmigración ilegal promovida a través de mafias".

Aparte de eso, el PP ha entregado la presidencia del parlamento aragonés a una diputada de Vox que en las redes sociales se ha declarado amante del expresidente norteamericano Donald Trump, negacionista y homófoba. Todo, por un preacuerdo que tiene que dar a los populares la presidencia de esta comunidad autónoma.

 

En cambio, hay dos territorios donde está pasando todo lo contrario. El PP no está cediendo a las exigencias de Vox ni en Extremadura ni en Murcia, por mucho que en las dos comunidades autónomas el apoyo de la formación de extrema derecha es necesario para tener un presidente popular. La extremeña María Guardiola se está convirtiendo poco a poco en un nuevo símbolo de la rama moderada del PP. Y no está siendo ninguna oveja negra. Feijóo cierra filas tanto con el valenciano Mazón como con la extremeña Guardiola.

El argumento del PP es que Vox no puede influir en aquellos territorios donde no ha obtenido muchos apoyos; y amenaza en repetir elecciones si es necesario. El socialista Guillermo Fernández Vara ya ha movido ficha en Extremadura y ha anunciado que si se mantiene el desacuerdo entre PP y Vox en la comunidad autónoma, se presentará como candidato a la investidura. Paralelamente, desde Génova presumen de toda la estrategia llevada a cabo hasta ahora, y aseguran que su modus operandi demuestra que el PP, después del 23-J, "no gobernará a cualquier precio".

Sánchez, castigado por sus pactos con el independentismo

El politólogo Ignacio Varela explica que el electorado mayoritario del PSOE y del PP es el ciudadano que se encuentra en el centro. Y eso lo dice para explicar que en 2011, con la mayoría absoluta de Mariano Rajoy, "no hubo un trasvase ideológico, sino que el detonante del cambio fue la crisis económica". ¿Si a Zapatero lo castigó la crisis económica, qué puede castigar a Pedro Sánchez? Los expertos no tienen ninguna duda que el talón de Aquiles del actual presidente del Gobierno son sus pactos con el independentismo.

Imagen de archivo de Pedro Sánchez en el Palacio de La Moncloa / Foto: Europa Press

"Sánchez está sufriendo en España una crisis de credibilidad personal muy aguda originada en buena parte por su política de pactos", señala quien fue asesor de Felipe González. Y hace un apunte interesante: en Europa, los socialdemócratas acostumbran a encajar las manos con formaciones situadas a su derecha, y no a la izquierda, como ha hecho ahora el PSOE. Pero con la desaparición de Ciudadanos, y en unas elecciones del todo polarizadas, es imposible para Sánchez mirar a la derecha.

Hace el mismo análisis Jaime Ferri; que cuando se le pregunta sobre cuál es el principal obstáculo que arrastra Pedro Sánchez responde rápidamente: "Esquerra Republicana y Bildu". "El dilema para muchos ciudadanos españoles será decidir qué es peor, si Vox o la suma de ERC y Bildu", apunta. "Cualquier demócrata sabe que es peor Vox, pero en este país no somos todos unos demócratas".