De todas las batallas que ha librado Podemos en el Consejo de Ministros contra el PSOE en la última legislatura, hay una que claramente acabó con victoria de Podemos. La ley trans ha sido, al fin y al cabo, el único gran legado que Irene Montero ha dejado en su paso por la política española, teniendo en cuenta su fracaso con la ley del solo sí es sí. La aprobación de la ley trans fue complicada. El conflicto entre los dos socios de gobierno se trasladó al interior del PSOE, y puso de relieve la división que hay dentro del mismo movimiento feminista. Todo, por una cuestión que acostumbra a ser delicada en algunos debates de la guerra cultural: la sexualidad de los menores de edad.

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El pasado mes de febrero las Cortes españolas aprobaron de forma definitiva la ley trans, después de haber sido pincelada en el Senado. Fue una forma de reforzar a la ministra de Igualdad, Irene Montero, que en aquel momento se encontraba en medio de una crisis a causa de los estragos de la ley del solo sí es sí: su norma estrella provocó la reducción de condenas de centenares de agresores sexuales, todo se le giró como un boomerang, y el PSOE aprobó una reforma de la ley de la mano del PP. Todo aquello se convirtió en una humillación para Montero, que repitió por activa y por pasiva que la reforma de los socialistas era un retorno al modelo anterior. Es decir, que la ley trans es, al fin y al cabo, la única gran ley aprobada durante esta legislatura con el sello del Ministerio de Igualdad de Podemos.

Eso, sin embargo, no significa que la ley no estuviera llena de conflicto. PSOE y Podemos se enfrentaron por unas enmiendas presentadas por los socialistas en el Congreso de los Diputados que pedían que fuera un juez quien autorizara el cambio de género en el registro a menores de entre 12 y 16 años. Para Podemos eso implicaba vulneración de derechos humanos de los menores. La excusa de los socialistas era la seguridad jurídica. Pero, al fin y al cabo, era una distinción entre el feminismo clásico y el feminismo 'queer'.

En la máxima representación del feminismo clásico había, por parte del PSOE, Carmen Calvo. Los socialistas defendieron estas enmiendas hasta el final. Sin embargo, perdida la votación, el partido aceptó la victoria de Irene Montero, cedió y decidió votar en favor de la aprobación de la ley, sin poner más palos en las ruedas. La exvicepresidenta Carmen Calvo, sin embargo, no dio su brazo a torcer, rompió la disciplina de voto y votó en contra de la aprobación de la ley. El partido la amonestó, teniendo que pagar una multa por haberse saltado la disciplina de voto.

Fricciones dentro del feminismo

La división entre socios del gobierno se trasladó a las calles días más tarde. La manifestación del 8 de marzo sirvió como escaparate para que las diversas ramas del movimiento feminista expusieran sus diferencias. Aquel 8-M no estuvo marcado por la crispación de la ley del 'solo sí es sí' que sí que se vivía en los pasillos de la Moncloa y del Congreso de los Diputados. Fue la ley trans la que, en el caso de Madrid, provocó que hubiera dos manifestaciones bien diferenciadas: la integradora y la beligerante con las personas trans.

La segunda rama del movimiento es habitualmente vista como tránsfoba y hace uso de lemas como "ser mujer no es un sentimiento". En aquel 8-M también se puso de manifiesto que existen importantes diferencias en lo que tiene relación con la prostitución. En Madrid una manifestación se declaró absolutamente abolicionista, mientras que la otra respetaba que hubiera varias opiniones en torno a la cuestión, y diferenciaba entre la prostitución y el tráfico de personas y la explotación sexual.

Manifestacio feminista Madrid, Irene Montero / Abel Degà
Irene Montero y parte de la dirección del Ministerio de Igualdad en la manifestación del 8-M / Foto: Abel Degà

Comparación con otras legislaciones europeas

Si bien la ley trans ha supuesto un avance en España, Irene Montero no descubrió la sopa de ajo. En Europa, la mayoría de países exigen que aquellas personas que quieren cambiar de género en su documento de identidad tienen que pasar por un quirófano o haber pasado por un tratamiento hormonal. Pero esta condición ya había sido eliminada en países como Portugal, Bélgica, Dinamarca, Noruega, Malta o Irlanda.

 

Cada país, sin embargo, tiene su letra pequeña. El caso de Dinamarca es el más antiguo, y se remonta casi a una década atrás: en 2014. Ahora bien, la norma se aplica a mayores de 18 años. En el caso de Bélgica, los menores tienen que contar con el consentimiento de los padres y también tienen que presentar un informe de un psiquiatra infantil que avale la decisión del cambio de género. Los portugueses, por ejemplo, pueden hacer uso de la libre determinación de identidad de género si son mayores de edad, y los mayores de 16 años necesitan un informe médico.