La sombra de Carles Puigdemont cierne sobre todas las portadas de las elecciones generales 2023. Algunas lo reconocen en el titular principal —El Mundo y ABC— y el resto lo confirma en los secundarios: la constitución del gobierno de España cuelga de los siete escaños de Junts, que ahora son todos de neta sensibilidad puigdemontista. Los diarios extranjeros de peso hablan de "confusión política" y "de elección no concluyente", como The New York Times o el Financial Times, que pronostican semanas y semanas de negociaciones antes de que se pacte un nuevo gobierno. Al tabloide ultra le habrá costado mucho tragarse todo lo que escribe en una primera página que, por primera vez en muchos meses, respeta la realidad y no la encaja a martillazos en sus preferencias y manías: Feijóo gana pero apenas tiene opción de llegar a la Moncloa; la gran victoria del PSC sostiene al PSOE en España, que enfrenta un "escenario incierto con el país en manos de Bildu y Puigdemont", como titula el editorial llorica que arranca en portada.

La Razón se tapa los ojos, como los niños que no quieren aceptar los hechos que les desagradan, y concede todo el protagonismo a Bildu, aunque uno de sus cronistas políticos de cabecera afirma que Puigdemont tiene la llave. ABC lo deja bien claro: "Puigdemont o bloqueo", como queriendo prevenir a Pedro Sánchez de un posible pacto y promover la repetición de las elecciones antes que ceder a los independentistas de Junts. El Mundo da la misma impresión de mensaje mafioso. Están muy enfadados los diarios del Trío de la Bencina y aun más sus casas encuestadoras. Les han caído encima todas las fabricaciones, invenciones y mistificaciones mediáticas y demoscópicas a que han sometido a Pedro Sánchez, desde la ilegitimidad de su gobierno hasta el retrato de la coalición parlamentaria que le daba apoyo como un grupo de comunistas, terroristas y separatistas golpistas —la anti-España—, como aun los retrataba a Santiago Abascal (otro fracaso) este mismo lunes de madrugada, con los resultados de las elecciones generales mal digeridos.

El resto de diarios retrata la situación de incertidumbre con el típico y tópico "el gobierno, en el aire" —coinciden La Vanguardia y El País. Otros señalan que Feijóo no llega y Sánchez sí puede, como El Periódico, que no se atreve a señalar que depende del presidente exiliado. Tiene gracia porque el título dice, literalmente, que "Sánchez tiene la llave" —no es cierto— pese a que una de sus analistas de cabecera, Ástrid Barrio, titula su análisis "En manos de Puigdemont". Ara amplía el foco y explica en su título principal que ahora Sánchez depende de los independentistas, de todos ellos. Técnicamente es cierto, lo que pasa es que todos ya han adelantado que investirán al actual presidente del Gobierno mientras que Junts ha dicho que no y que no piensa "moverse ni un milímetro" de esa posición. El Punt Avui, con un título contundente ("no suman"), deja clara la situación: no habrá presidente del gobierno, ni gobierno, si Junts no vota a favor o se abstiene del candidato de alguno de los dos bloques.

La incertidumbre de la formación de gobierno y la rabia por el coco Puigdemont esconden al menos tres materias que podrían tener llamada en primera. La primera es que la gente vota así desde 2015, sin dar a ningún partido o bloque una mayoría para gobernar solos. Quizás sería hora de dejar de calificar de "Frankenstein" este tipo de gobierno como hacen sistemáticamente ABC y La Razón, que también lo tilda de "coalición de perdedores". Quizá resulta que España es diversa y plural y no binaria, azul o roja —o en blanco y negro— como piensan esos diarios y su kommentariat tozudo. El segundo asunto que pasa desapercibido es el hecho que Feijóo, él solito, se ha cargado en la semana final de campaña toda su ventaja, tanto por errores no forzados —pensiones, machismo...— como propios: la relación con el narco o dejar a Vox suelta en manos de su instinto nativista primitivo en ofensiva contra el catalán en el País Valencià y las Baleares o la censura cultural apenas no ha tocado el poder que el mismo PP le faciiitó y ha justificado.

La tercera cuestión que se echa de menos en las portadas se el hundimiento independentista a manos del miedo al lobo de la ultraderecha —el voto útil o el voto dual, dicen los que saben— y del abstencionismo y el voto en blanco activos. ERC ha perdido medio millón de votos y la primera posición con respecto a las anteriores elecciones generales españolas de 2019. Los republicanos se consuelan señalando que tienen 66.000 más que Junts, pero se olvidan de que los partidos indepes reunieron casi 1,7 millones de papeletas en 2019, de las que este 2023 han perdido más de 729.000. Se lo tendrán que hacer mirar —quizá a la sombra de Carles Puigdemont.

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