Donald Trump, José Luis Rodríguez Zapatero, feminismo, derechos LGTBI, el 11-M, platós de televisión, CIS, narcotraficantes y un poco de Carles Puigdemont. Son los principales ingredientes que ha cocinado a fuego lento Pedro Sánchez durante los últimos dos meses para elaborar su receta contra Alberto Núñez Feijóo. La campaña del PSOE para las elecciones generales del 23-J se ha dividido en dos etapas: el antes y el después del cara a cara entre el presidente del Gobierno y el jefe de la oposición, un combate dialéctico que los socialistas perdieron contra todo pronóstico y que, más que hacer variar los ingredientes a utilizar, ha afectado a los ánimos del entorno de Sánchez.

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Vamos por partes. Estos comicios tenían que celebrarse en diciembre, y Sánchez tenía que poder sacar partido durante la precampaña de la presidencia española del Consejo de la Unión Europea. No ha podido ser. La derrota del 28-M provocó la convocatoria de elecciones generales anticipadas y la figura de un presidente de gran presencia internacional no se ha podido exprimir. Ahora bien, desde un principio las salas de máquinas de la Moncloa y de Ferraz han planteado esta campaña a través del desgaste del PP por haber pactado con Vox, y confiar en que un mejor resultado de Yolanda Díaz que de la extrema derecha puede decantar la balanza a favor de las izquierdas.

Digámoslo todo, también: de todos los ingredientes de la receta de Sánchez, el menos utilizado en los últimos meses ha sido el de Carles Puigdemont. Ha hecho su trabajo, pero nunca ha sido un arma clara de los socialistas para ganarle el pulso al PP. La primera vez que desde la Moncloa utilizaron al presidente de la Generalitat en el exilio fue para presionar al partido de Alberto Núñez Feijóo para investir a Jaume Collboni como alcalde de Barcelona. Aseguraban que si no lo hacían y dejaban que Xavier Trias fuera el alcalde de la capital, la formación se convertiría en el "PPP": Partido Popular de Puigdemont.

Más tarde, la decisión del TGUE de retirarle la inmunidad a Puigdemont fue celebrada por la sala de máquinas de Pedro Sánchez como un gol a favor, y se insistió en que Puigdemont tiene que volver al estado español y sentarse ante el juez Pablo Llarena. Y, finalmente, los socialistas consiguieron que en Madrid no se hiciera mucho alboroto de una información que dio al presidente de la Generalitat en el exilio: que ha recibido emisarios del PSOE en Bruselas para proponerle un indulto a cambio de entregarse a España y pasar una temporada corta en prisión.

Zapatero, el escudero de Pedro Sánchez

Uno de los elementos más interesantes de la campaña del PSOE ha sido el uso que se ha hecho de su exlíder José Luis Rodríguez Zapatero. El expresidente español es de una cuerda muy diferente a la de Felipe González, que siempre que hace apariciones públicas aprovecha para atacar a Pedro Sánchez.

Zapatero se ha paseado durante esta campaña por multitud de medios de comunicación. Y ha tenido dos misiones muy claras: ampliar el altavoz del PSOE, hacer gala de su figura —respetada por un electorado más centrista que ha podido caer en el saco del PP en las últimas elecciones—, y adentrarse en terrenos más complicados para Sánchez, como sus pactos con el independentismo. Concretamente, Zapatero ha salido en esta campaña a presumir de haber acabado con ETA y defender la normalización de Bildu en las instituciones.

Donald Trump

Ha habido una línea estratégica que se ha mantenido inamovible de principio a fin de la campaña. En un principio se hicieron claras alusiones a Donald Trump y en los últimos tramos de la carrera electoral se ha hablado de "túnel tenebroso". Pero la línea ha sido siempre la misma: la alianza del PP con Vox puede llevar al Estado al trumpismo y hacerlo retroceder decenas de años en derechos sociales. Se ha llegado a hablar, incluso, de una "ola ultraconservadora" y de una "España en blanco y negro".

ERC y Bildu vs. PP y Vox

Esta estrategia se ha utilizado, sobre todo, cuando sus adversarios han ido a herir su talón de Aquiles, los pactos con el independentismo. El argumento es sencillo: es mejor pactar con Esquerra Republicana y Bildu para avanzar en derechos sociales que hacerlo con la extrema derecha para descolgar banderas LGTBI de los balcones de las instituciones. Así, Sánchez no se ha cansado de decir que si el PP llega a la Moncloa de la mano de Vox, peligrarán los derechos de las mujeres, por sus pactos con una formación que niega la violencia machista. Así, ha sostenido que él solo ha llegado a acuerdos con ERC y Bildu en el Congreso, y siempre para aprobar leyes que han servido para mejorar la vida de la ciudadanía.

Pedro Sánchez abandonando un acto del PSOE durante esta campaña / Foto: Europa Press

ETA y el 11-M

También ha defendido sus pactos con el independentismo, escudándose en haber "cambiado de opinión", ante las acusaciones de haber mentido al electorado. Así, ha hecho uso de uno de los momentos de la historia reciente que más han marcado a los españoles (y que al mismo tiempo es sinónimo de victoria socialista en las urnas): los atentados del 11-M. Ha recordado que el PP quiso engañar a la ciudadanía haciéndoles creer que había sido ETA, y que aquello sí que es mentir.

Así, también ha defendido que, en cierta manera, el fin justifica los medios. Ha defendido durante toda la campaña que haber indultado a los presos políticos ha permitido desinflamar el conflicto político con Catalunya. "Y ahora la primera fuerza política allí es el PSC", ha reiterado continuamente el presidente español en múltiples entrevistas. De la misma manera, ha retirado la mesa de diálogo de su programa electoral.

Platós de televisión: buenas entrevistas y malos debates

Una de las estrategias que también ha seguido el presidente del Gobierno es pasearse por los platós de televisión y dejar atrás los mítines electorales. La estrategia le ha salido bien en el apartado de las entrevistas. Estuvo especialmente bien en dos territorios hostiles, El Hormiguero y el programa de Ana Rosa Quintana, y seguro que le arañó algún voto a Sumar en el pódcast juvenil La Pija y La Quinqui.

Ahora bien, lo más sorprendente es que los debates no han ido como se pensaba su laboratorio. Su cara a cara con Alberto Núñez Feijóo fue desastroso. El líder popular le supo acorralar con éxito y salió victorioso. En el debate a tres con Yolanda Díaz y Santiago Abascal estuvo mejor, pero se mostró mucho más encogido de lo que se le ve en el Congreso y en el Senado y se escudó en su vicepresidenta en el embate contra el líder de la extrema derecha.

Encuestas infladas del CIS

Otra arma que ha podido utilizar a su favor Pedro Sánchez es que el Centro de Investigaciones Sociológicas esté dirigido por un socialista como José Félix Tezanos. El CIS ha intentado trasladar dosis de dopamina a Ferraz en sus últimos dos barómetros, yendo a contracorriente del resto de encuestas y situando al PSOE en primera posición.

Guerra sucia contra Feijóo: narcos y sobresueldos

El PSOE ha entrado también en la guerra sucia contra Alberto Núñez Feijóo instándolo a explicar cuánto cobra del PP, y llegando a insinuar que la forma en que el jefe de la oposición puede cobrar este "sobresueldo" sea "en B". Además, los socialistas han vuelto a recordar la relación de Feijóo con el narcotraficante Marcial Dorado, en un claro intento de atacar la imagen del jefe de la oposición.