Ada Colau i Ballano (Barcelona, 1974), alcaldesa de Barcelona desde 2015, se enfrenta desde este viernes a su tercera campaña electoral como candidata de Barcelona en Comú, con la incógnita de sí será capaz de conservar el cargo que consiguió hace ocho años por una victoria por la mínima y revalidó en 2019 gracias a una mayoría alternativa auspiciada por Manuel Valls, con la diferencia de que este 2023 la batalla de Barcelona se presenta más disputada que nunca, con cuatro candidatos principales en la línea de salida en las elecciones municipales 2023 y una media de encuestas que dibuja un triple empate, aunque el último CIS otorga la ventaja a la alcaldesa. Todo ello lleva a una combinatoria de pactos que abre muchas posibilidades para la formación del nuevo gobierno municipal que deberá gobernar la capital de Catalunya hasta 2027.

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Por su parte, Xavier Trias i Vidal de Llobatera (Barcelona, 1946) llega a la campaña electoral como el principal favorito a desbancar a la actual alcaldesa. Después de gobernar la ciudad durante un mandato, el de 2011 a 2015, perdió las elecciones ante Colau y ahora se prepara para la revancha, gracias al papel de favorito que ha tomado en buena parte de las encuestas y a la constitución de una candidatura que supera los márgenes de su partido, Junts per Catalunya, para aglutinar otras sensibilidades políticas bajo el paraguas de Trias per Barcelona para liderar un cambio después de ocho años de colauismo.

El tercero en discordia es Jaume Collboni i Cuadrado (Barcelona, 1969), el candidato del Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC), que se presenta por tercera vez como alcaldable con la diferencia que, esta vez, sí que tiene posibilidades —según algunas encuestas—, de ganar las elecciones. En este último mandato, Collboni ha formado parte del gobierno municipal como primer teniente de alcaldía, pero en enero, y de forma sorprendente, decidió marcharse para preparar mejor las elecciones y desde entonces se ha convertido en uno de los mayores críticos de un gobierno municipal del cual, aunque no lo parezca, su partido sigue formando parte.

Con respecto a Ernest Maragall i Mira (Barcelona, 1943), candidato de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) y ganador de las elecciones municipales del año 2019, sus perspectivas de victoria se han enfriado en los últimos meses. Desde que Xavier Trias decidió presentar candidatura, la de Maragall ha caído en las encuestas, y actualmente sitúan al candidato republicano en cuarta posición, aunque nadie da la partida por perdida antes de empezar. El mismo candidato confía en sus posibilidades para ganar las elecciones y liderar un nuevo gobierno de izquierdas en la capital de Catalunya.

El escenario electoral se completa con Daniel Sirera Bellés (Barcelona, 1967), histórico militante del Partido Popular que se presenta a las elecciones en sustitución de Josep Bou, candidato independiente en 2019 que se ha caracterizado durante el mandato por actuar a menudo a los márgenes del partido. De momento, las encuestas garantizan que el partido de Feijóo mantendrá su presencia en el pleno municipal e incluso la podría aumentar, ya que sería el único beneficiado de la fragmentación del unionismo en Barcelona que se refleja en las pocas posibilidades de mantenerse en el consistorio de las candidatas Anna Grau i Àrias (Girona, 1967) por Ciudadanos y Eva Parera i Escrichs (Barcelona, 1973) por Valents. Por su parte, Basharat Changuerra i Canalejo (Barcelona, 1984), más conocida como Basha Changue, tiene como objetivo que la CUP vuelva a tener presencia en el Ayuntamiento de Barcelona.

Perspectivas de pactos

Ante un escenario tan abierto y la posibilidad de que el ganador, sea quien sea, no obtenga ninguna ventaja clara con respecto a los rivales —la mayoría absoluta de cualquier lista está más que descartada—, cobran importancia las perspectivas de pactos al día siguiente mismo de las elecciones. Hay que tener en cuenta que desde la reanudación democrática municipal en 1979 hasta 2015 siempre había gobernado el candidato más votado, pero en 2019, el apoyo de Manuel Valls a Ada Colau con la complicidad de Jaume Collboni rompió la tradición y, aunque el sistema de elección de alcaldías prima siempre el más votado, en 2023 podría repetirse la situación de hace cuatro años.

Vermú alcaldables en la Boqueria / Foto: Carlos Baglietto
Los siete candidatos a la alcaldía de partidos con representación en el pleno municipal, en el vermut de precampaña en el Mercat de la Boqueria / Foto: Carlos Baglietto

Hay que tener en cuenta que el sistema de investidura de un alcalde o alcaldesa favorece al candidato más votado, a no ser que se configure una alternativa que cuente, necesariamente, con la mayoría absoluta en la primera y única votación. Esta es una diferencia notable con el sistema de investidura del Parlament de Catalunya o el Congreso de los Diputados, que prevé dos votaciones, una primera donde es necesaria la mayoría absoluta y una segunda donde se acepta la mayoría simple. Con un pleno municipal formado por 41 concejales, la mayoría absoluta se sitúa en 21, una cifra que puede estar al alcance de varias combinatorias, pero que no se aclarará hasta el final del escrutinio el mismo 28 de mayo por la noche.

En este contexto, el inicio de la campaña electoral supone el pistoletazo de salida de dos semanas de confrontación de ideas y programas, pero también de búsqueda de puntos de conexión y complicidades para tejer mayorías o evitar que otros lo puedan hacer. En este sentido, Trias se ha mostrado dispuesto a pactar con cualquiera, excepto Colau, y Collboni no ha cerrado la puerta a un pacto sociovergente, mientras que la actual alcaldesa defiende la articulación de un nuevo gobierno de izquierdas y Maragall alerta de un pacto entre Junts y PSC con Sirera haciendo el papel de Manuel Valls de hace cuatro años. En conclusión, tantas posibilidades como interrogantes —a los cuales hay que añadir el futuro de Colau si no revalida el cargo sin perder de vista que a finales de año hay elecciones legislativas— que hacen que, esta vez, la batalla de Barcelona sea más decisiva que nunca y el futuro de Colau esté completamente en el aire.