El verano siempre ha sido una época internacional. En el pasado, porque era cuando todos los reinos y señores aprovechaban para hacerse la guerra unos a otros. Hoy, porque nos vamos de vacaciones y todo se llena de extranjeros, o de nosotros, que somos los extranjeros de otros. En cualquier caso, ¡época ideal para conocer nuevos amigos extranjeros, o reencontrarse con ellos!
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Y para hacer que se enamoren de nuestra tierra, nada mejor que ponerles al día de las tradiciones catalanas más características y que más dicen de nosotros. En La Tumbona de ElNacional.cat, nuestra sección de verano, te hemos preparado las 5 más flipantes, que a nosotros nos parecen normalísimas porque estamos acostumbrados, pero a los guiris les suena superexótico y raro. Un poco como cuando alguien de Texas llega a Andalucía en Semana Santa y ve un nazareno con el capirote de las procesiones y se cree que hay una convención del Ku Klux Klan.
Comer calçots
Diles que ya van tarde para esto, que los meses buenos de calçots son enero, febrero y marzo. Diles que no saben lo que se pierden, porque es la cosa más buena y más rica que te puedas imaginar. Que tienen que volver en invierno si quieren ser partícipes de la experiencia gastronómica premium de Catalunya.
Y cuando te pidan más detalles, cuéntales que a los catalanes nos encanta juntarnos para hincharnos a comer cebollas, que además son una especie de cebollas deformes alargadas que envolvemos en periódicos viejos, que las servimos en tejas en vez de en platos, que nos ponen baberos como si fuéramos bebés, y que comemos todo ello de una forma guarrísima.
Y luego dales a probar la salsa romesco y entenderán que todo está justificadísimo.
Bailar sardanas
¿Quién dijo que la sardana estaba muerta? Bueno, puede que lo dijera mucha gente, pero nunca faltan collas formando sus círculos y brincando en las fiestas de guardar, y ahora encima el grupo The Tyets las ha puesto de moda como posibilidad discotequera junto a la bachata y el perreo puro.
¡Que no se marchen sin oír al menos el coti x coti! Si vais a alguno de los festivales de este verano lo tendréis fácil porque The Tyets actúan en casi todos…
Hacer castillos humanos
Esto es muy curioso de explicar: resulta que a los catalanes nos gusta juntarnos en grupos y empezar a crear torres humanas, como si fuéramos equilibristas del circo pero a lo grande. Creamos enormes torres de varios pisos, con mujeres y hombres. Los más fornidos abajo, haciendo de base, fuertes y algo más ligeros en medio, de columna, ¡y arriba enviamos niños pequeños como si fueran monetes!
¿Por qué lo hacemos? Sabe Dios: es peligroso, te puedes romper la crisma, has de ir enfajado para que no te salga una hernia… pero crea piña como pocas cosas lo logran.
Esta es una tradición catalana muy divertida de explicar a los escoceses, porque ellos tienen su propia tradición esforzada y un poquitito absurda: arrojar troncos gigantes, que parece la forma ideal de derribar un castillo humano. ¿Quizá sería hora de hermanarnos y crear un nuevo juego de bolos humanos?
Bailes de Diablos
Esto sí van a poder verlo tus amigos guiris, a poco que te los lleves a alguna fiesta mayor. Porque Gigantes y Cabezudos hay en otras partes, no solo en España sino en Europa (en Francia o Países Bajos, por ejemplo), pero los Diablos es algo muy catalán: un montón de gente vestida de demonio con ropas ignífugas, encendiendo bengalas y tirando petardos y, por qué negarlo, asustando un poquillo a la gente, que ve que como se descuiden se queman.
“¡Están locos estos catalanes!” sería una traducción aproximada de lo que piensan muchos extranjeros cuando les cuentas esto.
Hacer cagar al Tió
Esta tradición es navideña, pero les puedes poner algún video de Youtube si no se lo creen. Y puede que no se lo crean, porque lo del Tió de Nadal es para hacérselo mirar: explícale a tu amigo extranjero que tenemos un tronquito con cara y ojos, al que alimentamos con basura orgánica (pieles de mandarina, galletas resecas, etc.) hasta que el día de Navidad o la noche antes le pegamos una paliza con un bastón obligándole a que nos cague regalos a cambio de toda la basura que le dimos.
Lo explicas así y Ebenezer Scrooge parece el Papa Francisco en comparación.
Y es que eso es lo precioso de las tradiciones de cada país: que muchas solo tienen auténtico sentido dentro de la comunidad local, y para los de fuera son la cosa más surrealista del mundo. Que te cuenten tus amigos guiris las suyas, ¡que serán por el estilo!