Cuando pensamos en la gente del medievo siempre los imaginamos sucios, ignorantes, y sexualmente reprimidos por la Iglesia; desde luego, no gente capaz de crear un arte erótico o mostrar abiertamente la sexualidad.
Lo cierto es que los medievalistas llevan décadas desmintiendo estos extremos, pues tenían sus sistemas de limpieza pública y privada, no eran más o menos ignorantes que predecesores o sucesores inmediatos, y en cuanto al sexo, aunque la Iglesia intentó reprimirles, no tuvo mucho éxito. Una muestra es la abundantísima literatura erótica o vulgar de la Edad Media. Y otra es el (mal) llamado arte románico erótico de Cantabria, un destino que te sorprenderá este verano si le das la oportunidad.
Qué es exactamente el arte erótico románico… y por qué no deberíamos llamarle así
Todos sabemos más o menos lo que podemos esperar de una iglesia románica: muros gruesos y compactos, con pocas ventanas y estrechas, y unos capiteles y canecillos con representaciones bíblicas o heráldicas.
Por eso, cuando la gente hace turismo por Cantabria y visita iglesias como la de San Martín de Elines, o la colegiata de San Pedro de Cervatos, queda asombrada al mirar hacia arriba y encontrar canecillos con mujeres abiertas de piernas mostrando la vulva, hombres sujetándose penes enormes, actos de penetración anal y vaginal, sexo oral, y junto a ellos, juglares, borrachos, y todo tipo de disparates.
Esta selección iconográfica es la que llevó a bautizar esta especialización del arte románico como arte erótico o románico erótico. Pero, claro, lo erótico está pensado para excitar. Y no está nada claro para qué crearon esos canecillos.
Qué significan los canecillos sexuales del románico en Cantabria
Ante los que llamaron a aquello “románico erótico”, la postura más rápida fue oponerse diciendo que todo eran representaciones del pecado. Y, en efecto, las hay, aunque más en los capiteles que en los canecillos: la mujer con los pechos mordidos por dos serpientes es un motivo recurrente en el medievo para la lujuria.
Pero, ¿todo lo que encontramos en los canecillos son pecados? ¿Es vida cotidiana? ¿Qué podía pensar un campesino del siglo XII o XIII cuando iba a misa y veía aquellos enormes falos y vulvas?
La gente de Iglesia intentaba controlar la sexualidad, sí, pero no prohibirla: era necesaria para la procreación. Y era una sociedad mucho más impúdica que en el presente: padres y madres dormían juntos en la misma estancia que los hijos, a veces en la misma cama, todos se veían desnudos a menudo, el sexo no era un tabú. Las fuentes hablan de ello con claridad. Y eso nos cuesta verlo.
En el románico del País Vasco ocurrió algo parecido: la historiadora del arte y profesora de la UNED Isabel Mellén, autora del libro Tierra de Damas: Las mujeres que construyeron el románico en el País Vasco, explica cómo capiteles y pinturas que se han interpretado como pecados, formas naturales o geométricas, o cualquier otra idea peregrina, no eran sino sexo, partos y vulvas. Un programa iconográfico financiado por las señoras feudales del momento, para dignificar lo suyo: la creación de vida.
"La oscuridad que muchas veces achacamos al pasado de forma acrítica, quizá no sea sino una proyección de la nuestra". Isabel Mellén.
Haz la ruta del arte románico erótico este verano e intenta verla con los ojos del medievo
Lo mejor es verlo con tus propios ojos. Prepara tu escapada por Cantabria para estas vacaciones, que tiene mucho y muy bonito por ver, y resérvate uno o dos días para visitar los enclaves del románico erótico.
Desde Santander, y conduciendo hacia el sur por la A-67 o la N-611 (y tomando los desvíos oportunos cada vez) la primera que te encuentras es la iglesia de Santa María del Yermo. La sigue la iglesia de San Cipriano de Bolmir, y la joya de la corona, la más conocida y visitada: la colegiata de San Pedro de Cervatos.
Si te apetece alargar algo más la ruta, hacia el sur aún te quedan la iglesia de San Juan Bautista, en Villanueva de la Nía, así como la de San Martín de Sobrepenilla, o la colegiata de San Martín de Elines.
En todas ellas encontrarás esa mezcla heterogénea de evidentes escenas bíblicas con incomprensibles canecillos sexuales, un arte erótico que no es erótico, pero cuya verdadera intención no conocemos. ¿No te parece un buen enigma para este verano?