¿Sabes aquel viaje del que volviste echando pestes porque te encontraste cosas que no te gustaron? ¿O no te trataron bien, o tuviste malas experiencias, o esperabas más? Pues a muchos turistas les ocurre exactamente lo mismo cuando vienen de visita a Catalunya en general, y a Barcelona en particular. Para empezar, porque algunos visitantes no gustan especialmente de los catalanes, como te explicamos en este artículo:

🤬 4 cosas que los turistas odian de los catalanes

📌 Estas son las razones que te convencerán de viajar sola al menos una vez en la vida
 

Pero en La Tumbona de ElNacional.cat nos hemos propuesto descender hasta los abismos del aborrecimiento y seguir hurgando en la herida, en busca de las peores opiniones y los hot takes más chungos sobre nosotros y nuestra tierra. Porque echar sal en las heridas también es una forma de pasar el tiempo, ¿verdad? ¡Adelante con el dolor y las cosas que menos soportan los turistas cuando vienen a Catalunya!

1. Barcelona huele mal

En general, es difícil que una gran ciudad huela a flores (por algo la gente de ciudad se va de vacaciones al campo), pero la hediondez de cada una depende al mismo tiempo de la eficacia de sus gestores, la guarrería de sus habitantes, y la propia percepción del visitante.

Y claro, si un turista viene de ciudades como Nápoles, donde los barrenderos parecen ser criaturas mitológicas, pues Barcelona debe parecer un dechado de limpieza. Pero si vienen de cualquier ciudad algo más arregladita, y del norte de Europa, donde las temperaturas aprietan menos, algunas zonas de Barcelona huelen realmente mal (esas calles del Raval y la Barceloneta 100% meadas y oliendo a retrete). Y el caos de limpieza en zonas como Sant Andreu, donde el sistema de recogida de basuras está fallando y se ven hasta ratas por la calle, agrada poco al turismo, y todavía menos a los locales.

Las calles de Sant Andreu están bastante asquerosas tras la implantación del nuevo sistema de recogida. Imagen: Claudia Casanova.

2. El agua del grifo sabe fatal

Algo que llamó mucho la atención a los autores del blog de viajes TheWildestRoad.com es lo mal que sabe el agua de grifos y fuentes públicas. La verdad es que beber el agua del grifo de Barcelona y entorno no es lo que se dice una experiencia sensorial sublime, de ahí que tanta gente siga tirando de agua embotellada, aunque sea un crimen ecológico consumirla.

3. Los tickets son carísimos

Muchos visitantes se quejan de lo caro que es todo en Barcelona, empezando por la comida (que sí, aunque uno debería evitar siempre los restaurantes de zonas turísticas, que son evidentes trampas para turistas) y siguiendo, sobre todo, por el coste de los puntos turísticos emblemáticos. Que la Sagrada Familia tenga una entrada cara se entiende, porque está en construcción, pero si quieres entrar en las casas Batlló, Milà y Vicens, prepara casi 90 € como mínimo.

Así las cosas, muchos turistas optan por limitarse a hacer la foto desde fuera, razón por la cual para los barceloneses es prácticamente imposible caminar por delante de la casa Batlló, de tantísima gente que hay fuera haciendo fotos.

4. Hay exceso de turistas

Los vecinos de Barcelona no son los únicos que se quejan de la masificación turística de la ciudad: los propios turistas lo hacen. Lo cual no deja de ser divertido, porque el turista que se queja del turismo nunca parece considerarse turista a sí mismo, como si fuera un cónsul o un enviado especial de algún medio.

Un buen ejemplo de esta queja lo tenemos en este video del blog de viajes Wolters World, que por lo demás aprecia muchísimas cosas de Catalunya (y lo que no, ya lo vimos en el artículo citado al principio).

5. Te pierdes muy fácilmente

Esta queja nos ha parecido muy divertida, y la hemos encontrado en diversas opiniones y blogs, si bien depende mucho de dónde proviene el turista. Por ejemplo, los turistas estadounidenses suelen perderse en los cascos antiguos de las ciudades europeas. Acostumbrados a un urbanismo radicalmente distinto y basado en el coche, las callejas estrechas y sinuosas de los centros medievales son como laberintos, y se sienten en ellos como nosotros cuando nos perdemos en un zoco turco.

Pero para otros visitantes europeos, lo que a veces desconcierta de Barcelona es el Eixample. ¿Cuántas veces te ha parado un turista preguntándote si la calle Aragó o Diputació queda arriba o abajo? El tablero que los barceloneses tan bien conocemos resulta desconcertante para los visitantes, que no distinguen una calle de otra, todo les parece igual, y acaban dando tumbos Eixample arriba y abajo sin llegar a donde quieren.

6. Los horarios

Los horarios catalanes ya suelen ir un poquito más adelantados que los de otras partes de España, y no es raro que haya gente comiendo a partir de las 13:00 o las 13:30. A los visitantes mediterráneos esto les da igual, pero para los turistas del norte de Europa, que comen hacia las 12 y cenan a las 6 o las 7, los horarios de la restauración catalana siguen siendo demasiado tardíos.

Eso les deja pocas opciones: o se aguantan, o saquean el buffet libre de su hotel, o se quedan en los restaurantes-trampa-para-turistas, que son los únicos que abren cocina con sus horarios. 

¿Qué te parecen estas quejas? ¡Seguro que tú tienes las equivalentes de otros países o ciudades que has visitado!