Durante los más de mil años que separan los estertores de la muerte de la Loba Capitolina (475) hasta que los revolucionarios franceses guillotinaron a Luis XVI (1793), el país romañol estuvo fragmentado en varios dominios. Nunca alcanzó una unidad política. Pero este pequeño rincón de la bota italiana surcado y vertebrado por el río Po siempre ha formado una unidad cultural. Y ha tenido un papel muy destacado en la historia de Europa. Durante la época romana ya era la trastienda de la capital imperial. Y durante las edades media y moderna ganó un gran protagonismo: fue un espacio de encuentro y de intersección y se convirtió en el meollo de la cultura, de la política y de la ciencia en la Italia eterna, la que engendró, materializó y, finalmente, soterró el Renacimiento. Esto es el país romañol.
Bolonia, campo base
Descubriremos Bolonia (390.000 habitantes), la roja (por el color de sus fachadas y por la ideología de su sociedad), que será nuestro campo base. Bolonia está justo en medio de la llanura romañola e, históricamente, ha jugado el papel de capital. Bolonia es la ciudad de las torres, unas construcciones medievales que tenían la curiosa función de dirimir y pregonar la riqueza de la familia que las hacía construir. Era una versión culta y elegante del "quien la tiene más grande" aplicada al mundo de la arquitectura y de la construcción, que se transformaba en un "quien la hace más alta". Bolonia nos relatará cómo era una gran ciudad medieval. Nosotros seguiremos un hilo conductual que, manteniendo un orden cronológico, nos explicará el nacimiento, crecimiento, plenitud y crisis de aquella sociedad local. Desde que es un pequeño poblamiento romano, hasta que se convierte en la sede de la universidad más prestigiosa de Europa.
Pasaremos dos días en Boloña y conoceremos, por fuera y por dentro, los diversos palacios medievales, renacentistas y neoclásicos, que explican el paso de la historia a través de los tiempos. Los del rey Enzo, de Accursio, de los Bancos, del Podestà, de los Notarios, de la Mercanzia... Conoceremos, también por fuera y por dentro, las torres y los templos religiosos medievales de las Siete Iglesias, el de Santo Stefano y el de San Petronio, concebido para ser el más grande de la cristiandad, y parado e inacabado cuando la curia vaticana tuvo noticias de la brutal ambición boloñesa. La espectacular Pinacoteca, el singular Archiginnasio (que no es un gimnasio), y las esbeltas y misteriosas torres de la época medieval. Pero no todo tiene que ser historia y arte. También nos zambulliremos en la gastronomía. Y no nos iremos sin conocerla en alguno de los restaurantes o puestos de comida del Quadrilatero (que no es un ring de boxeo, sino el nombre del barrio histórico).
Rávena, allí donde la Loba Capitolina exhaló sus últimos suspiros
Pasaremos un día entero en Rávena, situada a un tiro de piedra de Bolonia. Rávena fue donde el estado romano exhaló sus últimos suspiros. Fue la tumba de los últimos miembros de la última familia imperial. Hoy, pasados 1.500 años, es una pequeña y deliciosa ciudad (150.000 habitantes) que nos explica esta historia y el silencioso tráfico del poder romano hacia las catacumbas de la política. Rávena es un testimonio extraordinario de una época que, en el colegio, nos la pasaron por alto. Y un gran museo al aire libre, rodeado de moderna cotidianidad. Los mausoleos de Teodorico y de la barcelonesa Gala Placidia, los baptisterios arriano y neoniano, o las basílicas de San Vitale y de Sant'Apollinare, conviven con deliciosos restaurantes y tradicionales terrazas, que son pequeños templos de la gastronomía y de la enología romañola.
Módena, historia de las cuatro ruedas
También pasaremos un día entero en Módena, situada junto a Bolonia. Módena (190.000 habitantes) no es tan solo la ciudad del vinagre. Ni es un icono del automovilismo porque se le ocurrió a la familia Ferrari. Es exactamente lo contrario. La tradición fabril en la elaboración de fermentados y en la fabricación de carros y de carrozas explica el porqué del vinagre y por qué la histórica escudería nació en Módena. Y eso será lo que iremos a descubrir. A través de los testimonios históricos, conoceremos una de las capitales de la enogastronomía y del automovilismo. Módena es queso, es vinagre, es las torres medievales Ghirlandina y Cívica, es las espectaculares plazas Grande y Roma, es el Palazzo Ducale y es Ferrari, el taller-museo que visitaremos para contemplar los bólidos de principios del siglo XX y para probar nuestras habilidades al volante con un simulador de carrera.
San Marino
A San Marino también le dedicaremos un día entero. Encima de un escarpado peñón que domina toda la llanura romañola, es un pequeño estado independiente con más de 1.700 años de historia. Es la república más antigua del mundo y es allí donde el romañol (que no es italiano ni es un dialecto) está más vivo que en ningún otro sitio. San Marino es un estado donde todas las cosas están a escala. Tiene una superficie equivalente al término municipal de Cervera, y el mismo volumen de población que Tortosa. Solo perdió a dos compatriotas durante la I Guerra Mundial. Y su gobierno está a cargo de un consejo de capitanes regentes que recuerdan los viejos consistorios municipales de la Catalunya foral anterior a 1714. En San Marino conoceremos los edificios que explican su profunda y enigmática existencia: la basílica, el Palazzo Pubblico y el Museo de la Tortura.
Taller gastronómico
Y no nos marcharemos sin haber puesto las manos en la harina. En Rímini, en una finca particular de la costa romañola con unos fogones tradicionales y un jardín junto al mar, su dueña nos espera para abrirnos la cocina de su casa y ofrecernos un singular y exclusivo taller gastronómico. En Bolonia habíamos descubierto los "siete secretos" que guarda, celosamente, la ciudad desde una época inmemorial. Y en Rímini, nos descubrirán los secretos de la cocina casera y tradicional romañola y degustaremos el resultado de nuestro aprendizaje y de nuestras habilidades en una comida en el jardín de nuestra anfitriona. El país romañol, con mucho gusto os espero