Nos vamos a la parte más desconocida de Sicilia, la más alejada de nuestro punto geográfico y la más misteriosa. Una Sicilia orientada claramente hacia levante y que, históricamente, se ha hecho eco de las culturas del Mediterráneo oriental: griegos, fenicios, bizantinos y árabes. Una Sicilia marcada por la tragedia del devastador terremoto de 1693 —hace 330 años—, que hubo de reconstruirse casi por completo, y cuyo resultado fue un nuevo escenario arquitectónico y urbanístico admirablemente compacto: la Sicilia que alberga las mayores concentraciones del mundo de arquitectura y urbanismo barrocos. Esta es la Sicilia que vamos a descubrir.
Catania, capital histórica y campo base
Descubriremos Catania (330.000 habitantes); la capital histórica del reino medieval de Sicilia será nuestro campo base. Catania es la ciudad más elegante de Sicilia. Su vial principal, la Via Etnea, trazada siguiendo la línea imaginaria que uniría el puerto de la ciudad y la cima del volcán Etna, es una calle repleta de espectaculares palacios civiles barrocos, algunos de los cuales, como la universidad —fundada por el rey catalanoaragonés Alfons el Magnànim (siglo XV)—, explican la profunda relación entre Sicilia y Catalunya. Y su plaza del Duomo (de la basílica de Sant'Àgata), que es el único lugar donde se hace visible el gran misterio de la ciudad: el río que después del terremoto quedó soterrado. En un rincón de la plaza, hay un profundo pero discreto agujero que revela y muestra la existencia de este misterioso curso fluvial.
Catania cotidiana
No obstante, Catania no es solo barroco. También es cotidianidad. Pero una cotidianidad marcada por la tradición siciliana. La Catania viva que vamos a descubrir está en el mercado de la Pescheria, junto al puerto, con sus puestos de pescado, carne, verduras y alimentos cocinados dispuestos sobre un laberinto de calles y callejuelas. El mercado de la Pescheria es un sitio ideal para desayunar o para comer, ya sea de pie o sentado en una terraza. La Catania viva que vamos a descubrir está también en el barrio de los pescadores, que, todavía hoy, conserva la estética y la esencia tradicionales que habíamos visto a través del cine italiano de la posguerra. Y son también las terrazas en torno a San Benedetto (el mayor monasterio del mundo), que permiten contemplar el paso del tiempo a una escala humana, con esa proverbial parsimonia siciliana.
Siracusa y su barrio insular de Ortigia
También descubriremos Siracusa, situada 60 kilómetros al sur de Catania, de origen griego, pero que —a diferencia de Catania o Messina— conserva un importantísimo patrimonio antiguo (de la Grecia y la Roma antiguas) que ha trascendido hasta la actualidad. No es tanto que el terremoto de 1693 hubiera sido menos devastador, como que la Neápolis (el ensanche romano) fue abandonada en las postrimerías del Imperio y, posteriormente, nadie edificó nada en ella. La Neápolis de Siracusa nos cuenta cómo se articulaba esa sociedad de la antigüedad. Pero no es el único recurso de la ciudad. Descubriremos también el barrio insular de Ortigia, una isla casi pegada al continente, que ha estado permanentemente poblada desde hace 3.000 años. Por Ortigia ha pasado griegos, romanos, bizantinos, árabes, normandos, alemanes, catalanes y napolitanos. Y en la actualidad es un barrio vivo de calles y callejuelas.
Mesina y la pasta siciliana
También descubriremos Mesina, situada 90 kilómetros al norte de Catania. Mesina se encuentra en el vértice nororiental de la isla, a tiro de piedra de la punta de la bota italiana, que es perfectamente visible desde lo alto del campanario del Duomo. Mesina es una ciudad señorial, edificada —casi por completo— después de los terremotos de 1693 y 1908. Pero conserva parte de sus testimonios medievales. El Duomo y el pequeño templo gótico de la Annunziata dei Catalani, situada en el centro del antiguo barrio catalán de la ciudad, que nos explica la idea imperial de la expansión medieval catalana. En Mesina hemos previsto una inmersión en la cultura gastronómica italiana. Iremos a una casa particular y nos impartirán un taller de cocina. El resultado de nuestro aprendizaje —la pasta— será ese día nuestra comida. Y ese mismo día, descubriremos Taormina, denominada "la perla de Sicilia".
Taormina y Noto
Taormina, dispuesta en una balconada natural sobre el Mediterráneo, huele a sal y tiene el color del mar. Y sus calles nos transportan a la Sicilia del siglo XIX. La de las tartanas profusamente decoradas y la de la emigración americana. Todo lo contrario que en Noto, una pequeña ciudad 90 kilómetros al suroeste de Catania, en una zona de montaña mediterránea dominada por el trigo y la viña, que será nuestro último descubrimiento en la Sicilia oriental. Noto es una ciudad-palacio que, durante el Antiguo Régimen, fue residencia de las estirpes latifundistas sicilianas de la región. Noto, totalmente devastada por el terremoto de 1693, se convirtió en el más vistoso escaparate de esas oligarquías sicilianas, enfrentadas a la Mafia de extracción popular y que acabarían sucumbiendo a la guerra y a la modernidad. Noto es, también, la historia de Sicilia que vamos a descubrir.