Cuando hablamos de especies en peligro de extinción, solemos creer que tenemos margen de maniobra. Si la población del animal X está en unos 3.000 o 4.000 ejemplares, que es muy poco... ¡seguro que con un programa de recuperación logramos mejorar esos números y garantizar su supervivencia! Se está haciendo con el tigre, al fin y al cabo:
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Pero hay veces que no disponemos de ese margen de maniobra. Hay veces que la especie en cuestión está a un mal año de extinguirse. Es el caso del más pequeño y simpático de los cetáceos, el único oriundo de las aguas mexicanas: la vaquita marina, cuyo Día Internacional se celebra este 5 de septiembre para alertar al mundo sobre esta situación, ya que no quedan mucho más de 10 o 12 ejemplares vivos.
¿Qué es la vaquita marina y por qué quedan tan pocas?
La vaquita marina es un cetáceo de la familia de las marsopas, y la más pequeña de todas, con un máximo de 150 cm de largo y un peso que no suele sobrepasar los 50 kg. Endémica de la Baja California, la vaquita marina es un animal solitario (rara vez se la ve en pareja o en grupos de tres, y normalmente es porque va con una cría) que se alimenta de peces y calamares.
A diferencia de otras marsopas y de sus primos los delfines, las vaquitas no saltan en el agua, ni de hecho se dejan ver apenas: suben a respirar lenta y disimuladamente, y luego desaparecen a toda velocidad. Pero ello no ha impedido que sean víctimas de las redes de los pescadores, que han reducido sus números de forma drástica.
En 2015, con una situación crítica, ya ni llegaban a 100 ejemplares. Dos años después solo quedaban unos 40. Para entonces, la situación era tan dramática que personalidades de la talla de Leonardo DiCaprio se implicaban junto al gobierno mexicano en la protección de este animal.
Sin embargo, los números no han mejorado. Desde 2019 se calcula que viven en el golfo de California, su último reducto, entre 10 y 12 ejemplares. Y aunque se ha visto alguna cría, lo cual siempre es una gran noticia, estos números tan bajos suponen un cuello de botella y un riesgo demasiado grande. Es posible que estemos ante los últimos años de las vaquitas marinas en este planeta, y cada vez que una especie desaparece, es como si muriera un pedacito de nosotros mismos.
Siguen los esfuerzos por la conservación de la vaquita marina
Pese a los malos augurios, nadie quiere darse por vencido. Para las autoridades mexicanas, salvar al único cetáceo endémico de México es una cuestión de orgullo nacional.
Para todos los que aman y respetan la naturaleza, una cuestión de pura humanidad. La Sea Shepherd Conservation Society es la ONG que mayor peso tiene ahora mismo en la protección de esta especie, y la Secretaría de Marina de México ha ampliado tanto la zona de Cero Pesca el programa de lanzamiento de bloques hormigón dado sus buenos resultados. Esto permite crear un ecosistema marino más apto para la alimentación, cría y protección de estos animales.
La buena noticia es que esta docena de ejemplares vivos sigue resistiendo, y que es una especie aparentemente inmune a enfermedades genéticas fruto de la endogamia, por lo que el cuello de botella genético que supone tener tan pocos ejemplares para reproducirse unos con otros no debería obstaculizar el crecimiento de la población, aunque sea lento y frágil. Estos animales viven unos 20 años, y se reproducen a partir de los 3, o sea que es posible.
Ojalá todos los esfuerzos den su fruto y en el mundo que le dejemos a nuestros hijos sigan existiendo vaquitas marinas en libertad.