El Mar Perdido (The Lost Sea) es uno de los lagos subterráneos más misteriosos del planeta. Sabemos que se encuentra a 42 metros de profundidad, pero lo que nadie sabe todavía es hasta qué punto es profundo: los buzos han estado cartografiando partes del lago con equipos de exploración modernos durante años y todavía no han encontrado el final. La historia de este lago subterráneo, situado en Tennessee (Estados Unidos), dentro de las llamadas cuevas de Craighead, es fascinante y parece estrecha de una película del Steven Spielberg. Te explicamos todos los misterios y curiosidades que rodean esta joya natural que entró en el libro Guinness de los Récords por ser el lago subterráneo mayor de América.
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El niño que quería encontrar el lago misterioso
Un día cualquiera del año 1905, en una pequeña población de Tennessee, un niño de solo 13 años, Ben Sands, decidió aventurarse por un camino que nadie había osado explorar hasta el final. Había escuchado un montón de veces rumores sobre un lago misterioso escondido en la oscuridad de una cueva, pero nunca nadie lo había visto. Lleno de curiosidad, Ben se adentró en las profundidades de las Craighead Caverns. Lo que vio lo dejó sin aliento: un espacio enorme, medio lleno de agua. El espacio era tan grande que la oscuridad le engulló la luz mucho antes de llegar a la pared o al techo. Durante el resto de su vida, Sands describió el momento en que se dio cuenta de que lo que había delante de él era el misterioso lago subterráneo de quien todo el mundo hablaba: fue cuando lanzó bolas de barro tan lejos como pudo a la oscuridad y no escuchó más que salpicaduras en todas direcciones.
Ben acababa de descubrir una maravilla natural que dejaría el mundo boquiabierto. Tan increíble era el lugar que, pocos años más tarde, en 1915, se decidió abrir la cueva al público y permitir dar paseos por el lago en barcos de fondo de cristal. Durante este paseo en barco por el lago se pueden observar algunos de los ejemplares de truchas arco iris más grandes de Norteamérica. Lo que no se puede observar, obviamente, es el fondo de la cueva, todavía desconocido.
Bajo las tranquilas aguas del lago, que tiene una superficie de cuatro hectáreas y media, los buzos han encontrado una red todavía mayor de salas completamente inundadas. Hasta ahora, se han medido más de 13 hectáreas de agua, pero todavía no han encontrado el final del lago. Un buzo, equipado con un dispositivo de sonar, exploró estas salas acuáticas. Manteniéndose siempre cerca de las paredes para no perderse, escaneó en todas direcciones, pero solo encontró más agua, sin llegar a descubrir ningún límite.
Las cuevas más intrigantes
Las cuevas donde se encuentra el Mar Perdido, las Craighead Caverns, esconden también historias de lo más curiosas. Estas cuevas han sido utilizadas por diferentes civilizaciones y culturas a lo largo del tiempo. Los indios Cheroqui dejaron artefactos históricos, como cerámica y armas. Los primeros colonos blancos lo usaban para almacenar alimentos y, durante la Guerra Civil en la zona, se explotó para obtener salitre para la pólvora. Según los responsables de las exhibiciones del centro de visitantes del Mar Perdido, un diario de la época revela la intrigante historia de un espía de la Unión Soviética que penetró en la cueva custodiada y casi consiguió hacer volar la explotación minera antes de ser capturado.
Esta cueva también es conocida por las huellas y restos de un jaguar gigante del Pleistoceno encontrados en el interior. Los investigadores sospechan que hace unos 20.000 años, el animal probablemente se perdió en la oscuridad de la cueva y deambuló durante días, intentando encontrar la luz del día, antes de quedar atrapado en una abertura profunda, donde finalmente murió.
Además, en las Craighead Caverns se encuentran muestras de estructuras cristalinas raras conocidas como "antoditas" o "flores de la cueva", muy frágiles y puntiagudas, que solo se pueden ver en pocas cuevas en el mundo. Esto hizo que el Departamento del Interior de los Estados Unidos declarara el Mar Perdut como punto de referencia nacional, un reconocimiento que comparte con otros lugares geológicamente únicos, como la costa del cabo Hatteras y el parque nacional de Yosemite.