Son días de nervios. Tanto para|por niños y niñas como|cómo paras. La ilusión de empezar o volver a las clases también viene acompañada por|para algunos nervios y dudas que pueden condicionar esta etapa tan importante. A continuación te repasamos estos comportamientos negativos para que no los repitas.

📅 Calendario escolar 24-25 en Catalunya: cuándo empieza el curso, festivos y vacaciones

 

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1. No preparar a los hijos para el nuevo horario de descanso

En verano, es normal que el horario de descanso de los más pequeños de la casa se vea alterado; los niños quizás se quedan un ratito más por la noche para acabar de ver una película con sus padres, o para disfrutar de las actividades de las fiestas mayores.

Si este es el caso en tu casa, es relevante ir preparando a los niños para que se duerman cada vez más bien en cuanto se acerque el inicio de las primeras clases. Además, les costará irse a dormir cuando llegue septiembre y empezarán el curso escolar cansados, exhaustos y con problemas para seguir las lecciones. ¿La solución? Cuando queden dos semanas o así antes de que empiecen las clases, es importante avanzar poco a poco el momento de irse a la cama.

2. Proyectar sus miedos y ansiedades personales a los niños

La vuelta a la escuela no solo es una época estresante para los niños; los padres también suelen sentir ansiedad, sobre todo si se preocupan en exceso sobre cómo les irá sus hijos en el colegio. Como resultado, muchos adultos proyectan este estrés a los niños. Por ejemplo, hablándoles en un tono poco adecuado, o dándoles información negativa sobre la escuela.

"A veces los padres están un poco más ansiosos que sus hijos", explica Lakiesha Rusell, consejera profesional, para el medio Best Life. "Quieren que sus hijos causen una buena impresión o que lleguen a sacar buenas notas. Recomiendo a los padres que reflejen esta ansiedad, y que se desahoguen, con amigos o con un terapeuta, pero nunca con los niños y niñas."

3. Llamar o escribir constantemente a los niños en horario de clase

Seguramente muchos padres se han acostumbrado a llamar a sus hijos en cualquier momento del día durante los tranquilos meses de verano. No obstante, este hábito tiene que acabar a inicios de septiembre, antes de que empiecen las clases.

Para empezar, muchos colegios prohíben el uso de móviles a clase, así que si llamas a tu hijo o hija, aunque sea con toda la buena intención del mundo, quizás lo acabas poniendo en problemas. Y aunque le llames a menudo solo durante el recreo, puede ser que el niño se sienta mareado y eso acabe perjudicando en su rendimiento.

4. Apuntar los hijos e hijas a multitud de actividades extracurriculares

Imagina que cada día, después del trabajo, tuvieras que hacer a toda costa una actividad diferente. Lunes en el gimnasio. Martes en bailes de salsa. Miércoles en un taller de escritura. Un poco de escalada jueves. Y ¿ por qué no?, jugar a ajedrez los viernes. ¿Acabarías reventado, verdad? ¿Echarías de menos un poco de descanso, no?

Pues a los niños les pasa lo mismo. Necesitan momentos de descanso, desconectar y hacer un poco lo que quieran en cada momento. Apúntalos en una actividad después de clase si te lo piden (o 2, como mucho), pero no embutas toda su agenda semanal de cosas para hacer, o acabarán exhaustos.

5. No hablar con los profesores

El éxito de un niño o una niña en la escuela es, en parte, fruto de una colaboración o sinergia entre los padres y el profesorado. No obstante, muchos padres solo esperan hasta que las cosas salen mal (por ejemplo, cuándo aparecen los suspensos) para hablar con los profes. Eso es una actitud reactiva, cuando lo que se necesita es un poco de proactividad.

Pasados unos días de la vuelta a la escuela, pide al tutor de tu hijo una breve charla para que te explique la dinámica de las clases o para explicarle la cual le gusta a tu hijo, qué le cuesta más... Y no olvides volver a hablar con los maestros cada vez que tengas dudas o veas que en casa hay dificultades para estudiar o hacer los deberes.

Padre ayudando a estudiar a su hijo / Foto: Freepick (fpch.vector)

6. Convertirse en microgestores de la vida de sus hijos

Algunos padres y madres tienden a intentar controlar toda la vida escolar de sus hijos, y eso normalmente perjudica el rendimiento de los más pequeños en lugar de ayudar. Un estudio reciente de la Universidad Nacional de Singapur precisamente concluyó que esta microgestión, muy parecido a la que ejercen los jefes tóxicos en los trabajos, no consigue nada bueno.

"Este tipo de actitud puede indicar a los niños que nunca serán lo bastante buenos", explica Ryan Hong, uno de los encargados del estudio. "Como resultado, el niño tendrá miedo de hacer el más pequeño error y a la larga se culpará a sí mismo de no ser perfecto. Este perfeccionismo puede generar depresión o ansiedad".

7. Criticar a los profesores, o los trabajadores de la escuela, delante de los niños

Quizás no te acaba de caer bien el profe de música, o le tienes un poco de manía a la tutora de la clase de tu hijo. Independientemente de donde venga esta animadversión, es importante no expresarla delante de los niños. Además, aparecen muchos inconvenientes.

Para empezar, los niños necesitan la oportunidad de generar sus propias opiniones, así que, si escuchan constantemente una opinión ajena, se les está invalidando la generación de un criterio personal. Además, el niño o la niña puede aprender indirectamente que está bien tratar a los profesores de forma maleducada, y eso puede ponerlo en un compromiso en clase.