Muchos padres se llevan un buen susto cuando ven a sus hijos levantarse por la noche sin llegar a despertarse, pero lo cierto es que el sonambulismo es un trastorno del sueño relativamente frecuente en niños de entre 4 y 8 años. En principio no reviste ninguna gravedad y suele desaparecer con el tiempo sin que haya que prescribir ningún tipo de tratamiento médico.

Cómo se comporta un sonámbulo

Como explica la Asociación Española de Pediatría (AEP), cuando se produce un episodio de sonambulismo, “el niño se puede levantar de la cama y caminar sin ser completamente consciente de lo que le rodea, mantiene los ojos abiertos y puede murmurar o responder de forma ininteligible, sin significado. Es difícil despertarlo y al día siguiente no suele recordar lo sucedido”.

En otras ocasiones, el niño no llega ni a despertarse, se queda sentado en la cama y dormido, aunque a veces puede parecer agitado y llegar a correr. Los padres pueden preocuparse porque en algunos casos, los niños pueden llegar a abrir puertas cerradas con llave, ventanas, subir persianas, bajar las escaleras o salir de casa. Hay niños que pueden ir a la cocina, abrir el frigorífico y ponerse a comer, otros se visten con ropa de calle o incluso mantienen una conversación que no tiene por qué tener sentido, aunque pueden llegar a responder preguntas simples.

Normalmente los episodios se producen en la fase del sueño más profundo, una o dos horas después de que el niño se haya dormido y no se conoce bien la causa, más allá de que es más habitual en la infancia y que existen factores que pueden aumentar la posibilidad de que se produzcan.

Niño saliendo de la cama / Pixabay

Posibles causas

Como explica la AEP, las causas pueden ser un sueño insuficiente, horario de sueño irregular, padecer síndrome de apnea-hipopnea de sueño (pausas anormales en la respiración del niño durante el sueño), tener fiebre, que el niño esté enfermo, dormir con la vejiga llena, el estrés o el uso de determinados fármacos. A veces pueden existir antecedentes en la familia, lo que ha llevado a algunos expertos a analizar si pueden tener una influencia genética, aunque las conclusiones no son concluyentes. Lo que sí se debe tener en cuenta es que, aunque no es un trastorno grave, sí que hay que tener cuidado por si se produce algún accidente cuando el niño esté levantado o paseando por la casa.

Medidas a tomar

Por este motivo, desde esta asociación recomiendan una serie de precauciones como cerrar con seguro puertas y ventanas, mediante mecanismos que no usen habitualmente los niños, y no solo en la habitación del niño, sino también en el resto de la casa. También se deben guardar las llaves de los vehículos, evitar que el niño duerma en literas o camas altas, mantener los objetos peligrosos fuera de su alcance, retirar de alrededor de la cama los objetos afilados o que puedan romperse, no dejar objetos en el suelo para evitar que el niño tropiece y colocar algún tipo de mecanismo como una campanilla en la puerta de la habitación del niño que alerten a los padres cuando el niño salga de la habitación.

Hábitos recomendables

En cuanto a qué se puede hacer para reducir la posibilidad de que produzcan los episodios, se recomienda tener un horario de sueño estable y regular, dormir las horas suficientes, reducir las luces y ruidos en la habitación y evitar beber mucho antes de dormirse.