Imagina misterioso un pueblo deshabitado, junto a un precioso embalse, en el que una formación geológica natural imita la Gran Muralla China. No, no hemos juntado tres ideas aleatorias para enredarte con un lugar inexistente. Un sitio así existe, y está muy cerca de Catalunya.
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Acompáñanos a descubrir los singulares paisajes que podemos encontrar en el entorno del pueblo de Finestras, en la Ribagorza aragonesa, a tocar de la frontera con Catalunya. Eso sí, ¡prepárate para una excursión larga!
El pueblo abandonado que esconde una formación rocosa de lo más curiosa
Finestras, o Finestres (dependiendo de si quien lo nombraba hablaba castellano, aragonés o catalán) no fue nunca un pueblo muy grande, pero cuando en 1960 se empezó a construir el embalse de Canelles (en el curso del río Noguera Ribagorzana, a su paso por la sierra del Montsec a caballo entre Huesca y Lleida), el pueblo quedó definitivamente condenado. Hoy, solo quedan sus escasas ruinas, por las que pasear siempre genera algo de melancolía.
Para llegar a Finestres, sin embargo, hace falta un todoterreno capaz de pasar por la pista forestal. Esta ha sido recientemente reacondicionada, pero se sigue recomendando dejar el coche a media ruta. Para empezar, debes llegar hasta Estopiñán del Castillo, pero no entrar en el pueblo, sino seguir y justo a la salida, tomar el desvío a la izquierda en el que se ve una estructura minera abandonada. Sigue esa pista algo más de 5km hasta llegar al puente de Penalver, donde podrás dejar el coche, y entonces sí, hacer el resto de la ruta a pie. ¡Lleva agua, que no hay fuentes por el camino! En total, ir y volver te llevará unas 4 horas.
Por el camino pasarás por Finestres, y desde allí puedes ir a la pequeña ermita de Sant Marc.
Desde ella podrás ver no solo el camino que te queda por delante, sino ya el embalse, y la alucinante formación rocosa conocida formalmente como Roques de la Vila, y más popularmente como la Muralla China de Finestres.
Se trata de una sorprendente doble línea de estratos verticales de roca caliza, un pliegue que se fue erosionando y que ahora genera toda la sensación de ser una enorme y gruesa muralla, puesta allí por gigantes. Es tan grande, que entre las dos capas se levantó una segunda ermita, la de Sant Vicenç, i el castillo medieval de Finestras, en cuyos restos podrás entrar (¡con cuidado!).
Se trata de una de esas excursiones en las que es imposible que te salgan malas fotos porque el entorno es espectacular, y la impresión que da toparse de bruces con esa inmensa “muralla china” natural, es de las que dejan huella. ¡Y lo tenemos al ladito de casa! Un gran plan para el fin de semana, haciendo noche por la región.