En las últimas décadas, se han puesto de moda en todo el mundo la puesta en marcha de escuelas que desarrollan metodologías alternativas a los sistemas educativos de cada país. El rápido aumento de los colegios privados y el interés de los padres por las nuevas pedagogías, así como el desarrollo de esta ciencia, ha provocado un inusitado interés por formar a los niños por otros cauces diferentes a los habituales.
Más allá de las metodologías alternativas clásicas, como pueden ser Montessori o Waldorf, existen otras que se conocen menos, pero que también cuentan con miles de alumnos en todo el mundo con buenos resultados.
Origen de las escuelas democráticas
Un ejemplo son las escuelas democráticas. La primera de ellas se creó en 1987, en Hadera, Israel. El creador fue Yaacov Hecht, un pedagogo con dislexia que desarrolló este método tras percatarse de las limitaciones que tenía la educación clásica en la que se había formado. El hecho de padecer este trastorno le llevó a comprobar que, aunque padecía serias dificultades para determinadas asignaturas, en otras era especialmente bueno, pero en su colegio siempre hacían hincapié en lo que más le costaba en lugar de fomentarle sus habilidades particulares.
Abrumado por el fracaso educativo, abandonó el colegio pero se formó como pedagogo más tarde, hasta el punto que se convirtió en uno de los asesores en educación más importantes de todo el mundo.
Fue el mismo el primero en utilizar la denominación de escuela democrática, aunque es cierto que su idea ya había sido puesta en marcha en otros colegios como el Summerhill School, fundada en una granja del Reino Unido el año 1921 por A. S. Neill. O la Fundación de Subury Valley School, creada en 1968, en Estados Unidos y que hoy en día posee varios centros en este país y en otros como Dinamarca, Japón, Bélgica o Alemania, por poner algunos ejemplos. Todos ellos se basan en la idea de que no existe una jerarquía preestablecida en la escuela y que la participación de los alumnos es libre e igualitaria.
Cómo son las escuelas democráticas
Las escuelas democráticas se desarrollan de tal manera que sus reglas, sus decisiones más importantes, los procesos de aprendizaje y todo tipo de relación que se establece entre profesores y alumnos ha de llevarse a cabo en un clima de debate en la que cuenten todas las opiniones.
No se establece por tanto un currículum prefijado y el aprendizaje es resultado de la acción voluntaria y la autonomía personal. Es el propio alumno, ayudado por el profesor que le sirve de guía, el que decide qué, cómo, cuándo y con quién aprende. No existen exámenes tradicionales, sino que se realiza una evaluación continua en la que la comunicación es un pilar básico.
Aunque pueda parecer una metodología sin demasiado control, lo cierto es que cuando se les deja libertad, los propios niños suelen responsabilizarse de una forma mucho más madura de lo que se piensa y va descubriendo poco a poco sus mayores intereses y habilidades.
Normalmente, estas escuelas cuentan con la figura del Comité Judicial, formado por niños preparados para ello elegidos por la Asamblea, que es el que se encarga de abordar los conflictos que se producen en clase. La idea es llegar a un entendimiento entre profesores y alumnos y entre los propios alumnos entre sí que favorezca a todos. Se calcula que, a día de hoy, que existen más de 400 escuelas democráticas en todo el mundo.