Mientras que Rosalía y otros famosos ya habrán gastado una buena pila de cajas de clínex por romper con sus parejas en pleno verano, otros y otras habrán tenido la fortuna de enamorarse en esta temporada. Es esa hermosa sensación de película, el crush que te encoge el estómago y que te hace pensar que estáis hechos el uno para el otro. Pocas cosas hay más dulces que enamorarse en verano.

Pero claro: el verano se acaba. Y empiezan los problemas e inquietudes, porque, a menos que hayáis tenido una suerte increíble, seréis de distintas ciudades, puede que muy lejanas (¡puede que en otro país!). ¿Es realmente necesario que esta hermosa relación acabe con el verano? La experiencia nos dice que pocas veces se mantienen, y encima septiembre tiene estadísticamente mala pinta para las parejas (aunque, eso sí, las ya establecidas). Pero lo cierto es que lo más importante es gestionar esta relación de forma adulta. Así, tanto un resultado como el otro resultarán más llevaderos y menos dolorosos.
 

Cómo gestionar un amor de verano al final de las vacaciones

Si cada persona es un mundo, cada relación es un universo de posibilidades. Pero hay algunas claves generales que ayudan a que lo bueno y lo malo de las relaciones fluya mejor, y a crecer por el camino.

Comunicación abierta y honesta

La clave para mantener cualquier relación es la comunicación. Hablad de lo que ha ocurrido entre vosotros este verano, de lo que está significando, y lo que queréis seguir compartiendo, o no.

A lo mejor esto realmente ha sido un amor de verano de toda la vida, y no pasa nada. Son hermosos y breves y dejan un maravilloso sabor de boca. Ahora se ha puesto de moda llamar a estos romances relaciones “flecker”, que viene de “pecas” en inglés. La idea es que el romance, como algunas de las pecas de verano, te salen con el sol y se van con el invierno.

O puede que no, que tú o la otra persona queráis más, y eso también está bien. ¿Es que no hay parejas de toda la vida que comenzaron un tórrido verano?

La cuestión es que podáis hablarlo con normalidad y sin guardarse dentro nada que luego te arrepientas de haber callado.

Asumir los elementos comunes del verano

Otra cosa que os ayudará a gestionar esta relación de verano, y las conversaciones que surjan, es asumir los elementos que hacen que las relaciones de verano fluyan tan bien y se vean tan color de rosa. Os tocará admitirlos uno por uno:

  • La luz solar y la temperatura cálida han hecho que estéis más felices.

  • Al no tener obligaciones ni horarios, me os dejáis llevar más fácilmente, estáis más relajados y más atentos a lo humano.

  • Con las altas temperaturas y los biorritmos veraniegos, los niveles hormonales pegan un subidón (oxitocina, endorfinas, serotonina…) que aumenta el deseo sexual.

  • La ropa ligera y de playa no ayuda a relajar la imaginación, precisamente.

Hay que asumir que la siguiente fase de la relación, si decidís mantenerla, transcurrirá en un contexto muy distinto: con menos luz, más frío, muchísimo trabajo, distracciones, obligaciones y agobio, y cada vez más tapados. Nada de todo esto supone un problema para el amor. Pero sí para la pasión de una relación de verano pasajera.

Planificación para el futuro

Después de reconocer todo lo que ha podido favorecer esta relación repentina, toca enfrentarse a la incertidumbre de si continuar más allá o dejarlo aquí, y gestionar la decisión de forma adulta. Es decir, que nada de ghosting. Cualquier persona que haga ghosting es una red flag como un castillo de grande, porque hay que ser cobarde y desconsiderado para dejar a una persona con la palabra en la boca sin mayor explicación y negándote a responder.

Por eso es tan importante ser claros y realistas. Si ninguno quiere seguir la relación, perfecto. Si uno quiere y el otro no, mala suerte, porque no se puede obligar a nadie: el o la que quiere seguir, debe recoger los pedacitos de corazón roto, aceptar y asumir que no va a ser, y seguir con su vida.

Si, en cambio, ambos tenéis claro que queréis continuar, hay que valorar:

  • Vuestra distancia en kilómetros. 

  • Disponibilidad horaria. 

  • Obligaciones laborales y familiares.

  • Experiencia en relaciones a distancia.

  • Confianza.
     

La confianza será vuestro pilar base para extender este romance más allá de la orilla de la playa. Las personas celosas e inseguras llevan mal este tipo de relaciones, porque ven fantasmas en todas partes y la angustia acaba amargándoles la experiencia, lo que hace que se la amarguen a la otra persona, entrando en una espiral que de ninguna manera puede acabar bien. Las personas infieles por naturaleza, o incapaces de mantener la calentura a raya, tampoco harán bien en mantener una relación así, porque es fácil que acaben traicionando esa confianza.

Quién sabe: puede que esta sea la relación de vuestra vida, y que dentro de treinta años volváis a la misma playa a recordar cómo os conocisteis. También puede que no lleguéis a las Navidades y acabéis como amigos, o incluso mal, o peor: con indiferencia. En todo caso, teníais que intentarlo, y llevando siempre por delante la comunicación, la sinceridad y el realismo, podéis gestionar lo bueno y lo malo muchísimo mejor. ¡Mucha suerte!