Barcelona es una ciudad llena de historia, donde el pasado y el presente se fusionan en cada rincón. Sin embargo, pocos conocen que, en medio del bullicio moderno, se esconde uno de los tesoros más antiguos de la ciudad: un templo romano. Esta joya ha pasado desapercibida por muchos, pero representa un testimonio de la Barcelona romana. En este artículo, te invitamos a descubrir ese templo que, con casi dos mil años de historia, todavía mantiene intacta su majestuosidad y misterio. ¿Sabes dónde está? ¡Te lo explicamos!
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El templo romano oculto en el corazón de Barcelona
Sí, estamos hablando del templo de Augusto. En el sitio web del Museu de Història de Barcelona (MUHBA) se explica que fue un templo romano dedicado al culto imperial a Augusto construido en Barcino, colonia fundada con el permiso del emperador. Estaba ubicado en la parte central del foro, en la cima del monte Táber (barrio Gótico). Fue derribado por el paso del tiempo y a finales del siglo XII se encontraron tres columnas en las obras de construcción de la sede del Centre Excursionista de Catalunya, mientras que una cuarta columna se encontraba expuesta en la plaza del Rei. En La Tumbona d'ElNacional.cat daremos una vuelta por el templo.
Hay quien dice que su construcción se inició en época de Tiberio (14-37 d.C.) —que fue quien instituyó el culto a Augusto—, pero también es posible que se construyera al final del siglo I a.C. En cualquier caso, presidió el foro de la ciudad durante más de 400 años. Después de perder su función, experimentó varias transformaciones. En el siglo XI se le conoció como el Miraculum (el milagro), probablemente por su presencia todavía imponente. La construcción de nuevas edificaciones a la baja edad media propició que lo que quedaba del templo se preservara dentro de las nuevas casas, todo y que de manera fragmentada. A partir del XV, las columnas y los capiteles del templo llamaron la atención y dieron lugar a diferentes interpretaciones: un gran sepulcro, un monumento conmemorativo, un templo, el final de un acueducto...
Fue a mediados de siglo XIX cuando se aclaró definitivamente que se trataba de un templo romano. Desde entonces, y hasta la tercera década del XX, se planteó la discusión entre la posibilidad de que las columnas quedaran libres en medio del espacio público o mantenerlas dentro del edificio medieval que las contenía. Mientras tanto, el Centre Excursionista de Catalunya adquirió el edificio y solicitó la intervención del arquitecto Lluís Domènech i Montaner, que entre 1903 y 1904 creó el patio interior, desde el cual se puede ver el templo actualmente —en la calle Paradís 10—. La columna que se había trasladado a la plaza del Rei fue reincorporada al monumento.
Respecto a esta última columna, la Acadèmia de Bones Lletres la erigió en la plaza del Rei hacia 1879, después de recoger fragmentos del templo procedentes de unos escombros. Su traslado no fue hasta 1956. Entonces, Adolf Florensa, arquitecto conservador de la ciudad antigua, propuso abrir el "monumento arqueológico más importante de Barcelona" por la calle de la Llibreteria.
Volviendo al templo, este se ubicaba en el foro: era la plaza pública abierta y bulliciosa donde se desarrollaba la vida política, religiosa y administrativa de la ciudad. Se encontraba en el centro, donde se cruzaban las dos vías principales que atravesaban la ciudad de este en oeste y de norte a sur (el decumanus maximus y lo cardo maximus). Había la mayoría de edificios públicos, como la basílica, la curia (donde se reunía el Ordo decurionum o senado municipal) y el mismo templo, así como el archivo (tabularium), el calabozo (carcer) y ninfeos o fuentes consagradas a las divinidades del agua y la salud. Tampoco faltaba el mercado (macellum), las tabernae (establecimientos comerciales abiertos a la calle donde se vendían los productos locales y aquellos que llegaban a la ciudad desde todos los puntos del Mediterráneo) y las officinae (una mezcla de tienda y taller).
En el eje del foro, y sobre un podio de tres metros, había el templo para coronar la plaza. Así, se resaltaba la importancia de la función religiosa por encima del civil o la comercial. Se cree que la entrada en el foro tenía que estar orientada al templo, para contribuir a poner más de relieve el edificio religioso. Actualmente, solo se conservan cuatro columnas de 9 metros de altura con unos fustes acanalados y capiteles de orden corintio, el arquitrabe que las unía y una parte del podio. Las ceremonias religiosas no se celebraban dentro (cella), sino en frente. Y es que en la cella solo tenían acceso los sacerdotes, ya que era una estancia cerrada donde se disponía la imagen del dios.
La plaza estaba rodeada por un pórtico en torno al cual se disponían pedestales con inscripciones honoríficas, coronados por estatuas que honraban a una persona. Se recordaba a la familia imperial y también a los ciudadanos nobles, que a menudo eran los mismos que mandaban construir el monumento. Una de las familias barcinonensis más influyentes de la época fueron los Pedanii, que dieron a varios magistrados en la ciudad. También destacaron los Mincii Natales, que ejercieron como mecenas. De hecho, un miembro de la familia, Lucius Minicius Natalis, fue campeón olímpico de carreras de cuadrigas en 129 d.C.
El culto a la época romana era oficial y estaba ligado a la política. Los encargados eran el flamen augustal y los sevirs augustals, cargos públicos de designación anual. El de sevir augustal fue ocupado por antiguos esclavos liberados y constituía una auténtica promoción social que paliaba el origen modesto del liberto.
La decadencia del foro empieza a partir del siglo V, cuando la mayoría de los pedestales honoríficos serían desmontados y utilizados como material de construcción en las nuevas edificaciones (como la del palacio del obispo). El templo perdió su función con la llegada del cristianismo, con el cual la vida política, religiosa y administrativa se desplazó al ángulo norte, al lado de la muralla. Allí se había formado, desde el siglo IV d.C., el núcleo cristiano primitivo, el nuevo centro de poder la ciudad tardoantigua.
Como hemos dicho, el templo se puede visitar en la calle Paradís 10, de lunes a domingo en los siguientes horarios: lunes, de 10 a 14 horas; de martes a sábado, de 10 a 19 horas; y domingos, de 10 a 20 horas. Además, el MUBHA propone una ruta para conocer la Barcelona que va más allá del templo y nos lleva a visitar diferentes puntos como los yacimientos arqueológicos, murallas, puertas, acueductos y otros.