Llega septiembre, y con él, el fin del verano, el final de las vacaciones, el síndrome posvacacional, la vuelta al cole y las rupturas sentimentales. Casi nada. Ya lo decía Green Day con su tema "Wake me up when September ends" -despertadme cuando acabe septiembre-. Y es que no es para menos, porque después del verano no hay quién se salve del golpe de realidad mientras el moreno de playa se difumina entre lágrimas. Antes de que empiece la oleada de rupturas matrimoniales y de pareja de final de verano, desde la sección de verano La Tumbona de ElNacional.cat, intentamos entender por qué hay tantas rupturas sentimentales en septiembre.
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Septiembre o el pozo de las parejas rotas
Aunque el único indicador sobre papel que podemos observar son las estadísticas de divorcios y rupturas matrimoniales en septiembre elaborado por el Instituto Nacional de Estadística (INE) español -que detecta un gran pico de separaciones a finales de verano y durante otoño-, a todos y todas nos ha pasado o tenemos un amigo o amiga que al acabar el verano ha decidido poner fin a su relación o ha sido abandonado o abandonada por su pareja. Pero, ¿por qué?
Más allá de la compatibilidad de los signos del horóscopo, la religión de hoy en día, simplemente puede ser que las vacaciones -sean las primeras en pareja o no- no hayan cumplido las expectativas o nos hayan mostrado red flags -indicadores negativos- hacia la persona que estábamos conociendo o que creíamos que conocíamos. Y es que los meses de verano a veces se convierten en una vorágine de estrés, aeropuertos, maletas que no cierran y peleas que superan a las de una mudanza.
Las rupturas matrimoniales aumentan en septiembre
También los meses estivales dan pie a una inestabilidad de horarios, planes y gente nueva que pueden acabar en detonante si la relación no estaba lo suficientemente afianzada, si se estaba pasando por un bache o dejando en evidencia las faltas o carencias de la pareja. Además, el tiempo libre del verano permite -u obliga- a una convivencia plena con la otra persona, con quien durante el año puede que hayamos caído en la rutina y hayamos ido posponiendo los problemas, empujados por las obligaciones del día a día.
La misma inercia de la rutina puede haber sido una excusa, de hecho, para uno de los dos si ya se tenían dudas sobre la viabilidad de la relación, y después de probar durante las vacaciones de verano se ha decidido finalmente tomar la decisión, cayendo en el foso de las rupturas sentimentales y matrimoniales del maravilloso mes de septiembre. Por otro lado, puede ser precisamente al contrario, que durante el verano hayamos ido dejando pasar las cosas que nos chirrían y que, una vez vueltos a la realidad cotidiana, abramos los ojos y decidamos poner punto final al problema.
Está claro que cada caso es un mundo, y que puede que sea uno de los factores mencionados o una mezcla de ellos lo que aboque nuestra relación al fracaso -y siempre podemos echarle la culpa a mercurio retrógrado-, dejándonos a solas con el inicio del curso escolar, la vuelta al trabajo y las lavadoras por poner.
Y aunque el porqué de este fenómeno sociológico no tenga una única respuesta y siga siendo un misterio, y diga lo que diga el INE, me atrevería a decir que un gran porcentaje de mis amistades han sido abandonadas o han sufrido una ruptura sentimental en septiembre. De hecho, yo también he dejado y me han dejado en septiembre.
Pero no todo van a ser dramas, porque septiembre es una de esas fechas del año que permite empezar de nuevo -contigo o sin ti, with or without you, como diría U2- y renovar objetivos, motivaciones y fuerzas, como si de la vuelta al cole se tratase. Además, una vez acabado el mes de agosto ya empiezan los preparativos de Navidad para los más frikis y siempre nos podremos consolar en peliculones ñoños como Love Actually, The Holiday o El diario de Bridget Jones.