El retrato-robot del trumpista como hombre blanco enseguida cae por tierra en este domingo de otoño en el Madison Square Garden de Nova York. Las colas llenan las calles de Manhattan de seguidores del candidato republicano a las puertas del pabellón de los New York Knicks, que hará de templo de Donald Trump en su ciudad, por mucho que a priori no es su campo de batalla, ya que se da por hecho que ganarán los demócratas. La gran mayoría son hombres blancos, sí, pero por todas partes hay mujeres y hombres negros, latinos, judíos, ultraortodoxos, asiáticos... que se apuntan al carro y defienden el control de una inmigración con la cual no se identifican.
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Está previsto que Trump (y poco antes Elon Musk) hable a las cinco de la tarde (finalmente lo hará dos horas más tarde, pasadas las siete), pero a las 12 los alrededores del estadio ya están llenos a tope. La cola avanza lentamente y, cada vez que lo hace, gritos de "U.S.A, U.S.A" espolean los ánimos para llegar hasta las puertas, que no se cruzarán hasta dos horas después.
Leoni, originaria de Jamaica y residente de New Jersey, afirma convencida de que "la economía ha caído y hace falta que Donald Trump vuelva". "Economía e inmigración son las prioridades", dice. "Yo soy inmigrante, pero legal, y creo que es necesario un cierto orden en cómo la gente llega a este país, y eso no es orden", defensa. Su hermano, Bobby, lista como prioridades la inmigración, el crimen y la economía, pero añade uno: "No estoy en contra de los gays, pero con las políticas de Kamala Harris con la gente trans, ponemos en duda que las mujeres sean mujeres y que los hombres sean hombres", afirma. "Ha demasiado ilegales aquí, llegan y consiguen favores de los poderes, saturan nuestra economía, nuestros hospitales, nuestros recursos", dice.
El control de las fronteras y la reducción de la inflación serán, en efecto, los lugares comunes de las más de 25 personas que hablarán a lo largo del día desde el escenario montado al Madison Square Garden, en una larga jornada de cinco horas con 20.000 seguidores sentados esperando y disfrutando hasta que habla el candidato. No será Trump, sin embargo, quien encienda la polémica más fuerte, sino el humorista Tony Hinchcliffe, que dice que Puerto Rico es "una isla de basura" y recibe las respuestas de una congresista republicana de Puerto Rico, de Kamala Harris y también de Bad Bunny y Ricky Martin.
La hiperbólica "invasión" de inmigrantes
Con respecto a Trump, entre el delirio de sus seguidores, incluso las lágrimas de algunos, insiste en hablar de una "invasión" de inmigrantes en los Estados Unidos. La hipérbole del candidato dibuja un escenario de guerra que desafía cualquier realidad: "Están permitiendo criminales de todo el mi entrar en nuestro país. En los últimos cuatro años, Kamala Harris ha importad criminales inmigrantes de todo el mi, desde Venezuela hasta el Congo".
Cristian, hijo de una peruana y de un salvadoreny que vive en New Jersey, está de acuerdo con todo lo que dice el expresidente y asegura que "cabe país del mi tiene fronteras abiertas". En New Jersey, de dónde es él y muchos de los que vienen al acto, asegura que han crecido los carteles pro-Trump. "Trump tiene un plan sólido y está dispuesto a combatir y a rescatar este país".
La palabra "lucha", repetida en varias ocasiones, "fight, fight, fight" es uno de los múltiples lemas que calientan la tarde en muchos de los discursos previos al de Trump. ¡"Estás despedida"!, como frase para dirigir a Kamala Harris una vez gane las elecciones, es otra de las preferidas. El exalcalde de Nueva York, Rudy Giulani, o el exluchador de lucha libro Hulk Hogan son las caras más conocidas internacionalmente sin contar Musk. "No veo a ningún nazi aquí", diría Hogan después de pasearse por el escenario sin decidirse a romper la camiseta. Celebridades nacionales del entorno trumpista como Tucker Carlson, el conspiranoico sobrino de Kennedy, Robert Kennedy Jr, empresarios y miembros destacados del partido como el presidente de la Cámara Mike Johnson, y claro el número 2 de Trump JD Vance, completan un enorme cartel con decenas de personalidades que aparecerán entre canciones de rock, trap y pop.
A pesar de la insistencia con la inmigración y la inflación, los discursos no tienen una coherencia entre sí y más que un acto político, el acontecimiento es un espectáculo de stand up en el cual los delirios están totalmente permitidos. Uno de los más rocambolescos, crucifijo en mano, lo protagoniza el desconocido David Rem, un trabajador, al decir que Kamala Harris es "el anticristo", "el diablo".
¿"Estáis mejor de lo que hace cuatro años"?
"¿Estáis mejor de lo que hace cuatro años?", pregunta Trump antes de empezar su discurso. Y todo el mundo responde que, "no" uno de los ganchos utilizados para atraer electores, con las encuestas casi igualadas ahora mismo. Para la economía, Trump tiene preparado un equipo de eficiencia de recursos que lideraría Elon Musk, que cuando le preguntan calcula que podrá ahorrar 2.000 de los 6.000 billones de gasto público que tiene el país. Entre las mentiras que suelta, una cifra de puestos de trabajo en la industria de la manufactura: dice que se han perdido 50.000 puestos de trabajo en el último año, pero realmente hay casi los mismos que el año pasado y son más que como acabó la legislatura de Trump. "Haremos a América asequible otra vez", dice en relación con los precios después de prometer que conseguirá reducir la inflación y que eliminará los impuestos vinculados a la Seguridad Social.
Promete "proteger las empresas de los Estados Unidos a fin de que no se marchen", liberarlas de impuestos, recortar a la mitad los costes de la energía y aplicar aranceles recíprocos, es decir, en China los mismos que China aplique en el producto de los Estados Unidos. "Protegeré a nuestros trabajadores, protegeré nuestros puestos de trabajo, protegeré nuestras fronteras, protegeré las grandes familias y el derecho a nacer de los niños", ha afirmado Trump, que recientemente ha posicionado ante el aborto como antiabortista, pero a favor de excepciones en casos como violación, en uno de los temas que más polvareda levanta durante la campaña.
El poder de la exageración y el magnetismo del personaje, así como el desgaste de la inflación, hace que Trump sea capaz de navegar siempre entre aguas contradictorias como dejar espacio para el racismo y atraer al mismo tiempo las minorías descontentas o dar apoyo total a Netanyahu y prometer paz a los palestinos con el fin de atraer el voto árabe y musulmán. Y todo eso desde New York, una plaza eminentemente republicana donde en principio Trump no tiene muchos números de ganar y, por lo tanto, en contra de la estrategia habitual de ir a los estados péndulo durante los últimos días de elecciones. "Nueva York es territorio Trump", advierten, en cambio, los anuncios que contradicen esta realidad.