Hace semanas que no se habla de otra cosa. Las elecciones alemanas, que podrían ser unas más en el Viejo Continente, vienen determinadas por el papel que podría acabar teniendo la extrema derecha. En este sentido, el país se prepara para las elecciones federales en el Bundestag, la cámara baja del Parlamento, que se celebran este domingo, 23 de febrero, después de la ruptura de la coalición de socialdemócratas (SPD), liberales (FDP) y verdes (Die Grünen) que ha dirigido el país desde 2021. Con las encuestas estables desde hace semanas, ya se da por segura la derrota del actual canciller, el socialdemócrata Olaf Scholz, y la victoria de los conservadores de la CDU, liderados por el democristiano Friedrich Merz.
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Ahora bien, los sondeos no le dan la mayoría absoluta y dejan ver una ultraderecha Alternativa por Alemania (AfD) cada vez con una importancia más elevada. La media de las encuestas elaborada por Süddeutsche Zeitung otorga una ventaja de 10 puntos a la CDU (también denominada Union por su coalición con la CSU en Baviera) y sitúa a la extrema derecha de AfD en segunda posición, más de 5 puntos por delante del SPD, al cual a su vez les pisan los talones. La tendencia de los últimos días es que la CDU ha recuperado cierto terreno en detrimento de la AfD y que el SPD ha perdido bastante en beneficio de Die Grünen. El hasta ahora socio de Scholz sufriría un cierto desgaste con respecto a las elecciones del 2021, pero nada comparado con el tercer aliado, los liberales del FDP, que podrían verse superados incluso por Die Linke y por una marca de izquierda populista y prorrusa de nueva creación, la BSW.
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¿Qué dicen las últimas encuestas?
El pronóstico general de los sondeos es que la CDU venza con entre un 29% y un 31% de los votos, seguido por la AfD, que duplicaría los resultados del 2021 hasta situarse en entre un 20% y un 22%. Por su parte, el SPD caería casi 10 puntos, hasta un 15% o 16%, mientras que los Verdes oscilarían entre un 12% y un 14%. Una atomización del futuro Parlamento alemán que dificulta las proyecciones sobre el reparto de escaños, clave para las negociaciones postelectorales.
Después de años de declive, el SPD se recuperó en 2021 y ganó por estrecho margen la CDU, lo que permitió a Scholz convertirse en canciller al frente de una coalición "semáforo" de socialdemócratas (SPD), liberales (FDP) y verdes (Die Grünen). Pero el descontento de los votantes ha ido creciendo en paralelo al deterioro de la situación económica de Alemania, que está cerca de entrar en recesión. En cambio, los democristianos, que en las últimas elecciones acusaron el desgaste de los 16 años de gobierno de Angela Merkel, han conseguido remontar apoyados en el perfil moderado de Merz, que rechaza cualquier alianza con AfD.
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Las elecciones del 23 de febrero se regirán por la nueva ley electoral que impulsó el gobierno de Scholz y que tumbó parcialmente el Tribunal Constitucional alemán. Uno de los principales cambios es la reducción del número de escaños del Bundestag, de 736 a 630, lo cual fija la mayoría necesaria para ser investido canciller en 316 diputados. El sistema electoral alemán se basa en un doble voto: con el primero se elige al candidato de cada una de las 299 circunscripciones y con el segundo, que es un voto en una lista cerrada de partido, se determina el número de parlamentarios que tendrá cada fuerza. Si un partido recibe en un land (estado) a más diputados por la vía del primer voto de los que obtiene por el segundo, se añade un número equivalente de escaños.
El auge de la AfD, una preocupación que se extiende como la pólvora
Si hay un hecho que ha marcado estas elecciones y la previa electoral, es el auge de la ultraderecha. Con la historia del país, uno se podría preguntar por qué ha crecido tanto la extrema derecha en el país. Pero si algo han sabido hacer los partidos de la extrema derecha en Europa —y los populismos por todo el mundo— es canalizar el descontento del país. Mirado en perspectiva, el crecimiento del partido en las elecciones ha sido constante. En el 2013 se quedó por muy poco fuera del Bundestag (4,7%, el umbral para entrar es el 5%), en el 2017 consiguió un 12,6% de los votos y se convirtió, después de la formación de una Gran Coalición entre la CDU y el SPD, en líder de la oposición. En los últimos comicios sufrió una ligera pérdida, con un 10,4% de los votos. A escala regional la evolución es más desigual. Ahora bien, en los llamados nuevos federados, es decir, aquellos estados federados que formaban parte de la desaparecida República Democrática Alemana (RDA), se ha convertido en la opción preferida de los votantes jóvenes y trabajadores.
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De hecho, tal como resalta el Salto, un 33% de los votantes de Alternativa para Alemania a las elecciones europeas eran trabajadores, un porcentaje que aumenta en los casos de Turingia (49%), Sajonia (45%) y Brandeburgo (46%). El candidato de Turingia, donde Alternativa por Alemania ha obtenido sus mejores resultados, es Björn Höcke, que lidera la facción más extremista del partido, llamada Der Flügel, y que ha expresado reiteradamente ideas de extrema derecha. Höcke incluso ha utilizado en sus discursos expresiones asociadas al Tercer Reich, tal como destaca el mismo portal.
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Según el portal, el ascenso de la AfD se puede atribuir a varios factores interconectados. En primer lugar, la normalización de la ultraderecha en Europa, especialmente en países con peso económico como Alemania, ha favorecido el crecimiento de estos partidos en otras naciones, consolidando una tendencia común. Así, el ascenso de la AfD ha sido percibido como una opción legítima en la política alemana, influido también por otros casos como el de Francia. El segundo factor clave es la gestión de la crisis de los refugiados de 2015, que provocó tensiones sociales en Alemania. La gran llegada de refugiados, muchos de los cuales procedentes de conflictos como el de Siria, desbordó los recursos y servicios locales, generando preocupaciones por la competencia por puestos de trabajo y servicios públicos. Eso creó un sentimiento de amenaza entre los trabajadores alemanes, que la AfD aprovechó.
Finalmente, la crisis del modelo económico alemán, profundizada por factores como el estancamiento salarial, la falta de inversiones y las sanciones a Rusia, generó malestar en muchos estados federados. Estos territorios, ya afectados por la desindustrialización posterior a la Reunificación, vieron una caída en su calidad de vida, un factor que también contribuyó al aumento del apoyo a la AfD. Además, el chovinismo económico alimentado por los medios de comunicación reforzó un sentimiento nacionalista, aumentando el apoyo a la ultraderecha en el contexto de la crisis de deuda en Europa.